Una varita y una amiga.

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 Ante la molesta idea de poder ser vigilado por funcionarios corruptos,  Harry decidió seguir nuevamente el consejo que le dio el anterior vendedor de varitas y compro una varita en Ollivanders, sinceramente solo lo hizo por que sus elfos le hicieron la misma recomendación, sin duda los humanos eran iguales, todos ellos, poseyeran el don de la magia o no, y sinceramente aunque aun no confiaba en las criaturas mágicas le parecían mucho más fiables que los de su misma especie, que no era muy difícil, la verdad, por muy lamentable que eso pudiese parecer o simplemente ser.

 Con respecto a la afamada tienda no tenía nada que ver con aquella donde había comprado su verdadera varita.

Harry nunca había estado en uno, pero estaba seguro que en un almacén de drogas clandestino había más limpieza y orden que en ese lugar.

 Se suponía que las varitas eran una herramienta de suma importancia para los magos , al menos en el principio de su educación mágica, más tarde podrían  desarrollar la capacidad de hacer magia sin varita, o al menos eso había leído en uno de los libros de su nueva casa, pero en este lugar estaban hacinadas como si nada y llenas de una espesa capa de polvo, en el cartel de la puerta decía que llevaban desde el 382 a.c. creando varitas, no sabia si creer que realmente llevaran tanto tiempo en el negocio de las varitas, pero que al menos llevan sin limpiar el lugar desde o sin pasar un trapito para quitar el polvo,  al menos tres siglos, si.

  El lugar se le antojaba oscuro, vacío y triste. Nunca antes en su vida había seguido tantos conejos y la verdad era que no le gustaba nada, pero vistas las circunstancias estaba seguro de estar tomando las decisiones correctas, estaba en territorio desconocido y al parecer el mundo mágico no era tan fantástico y maravilloso  como él había pensado, la verdad, había sido una de las mayores decepciones en toda su vida,  llevaba menos de una semana y había descubierto que la magia era controlada por un gobierno corrupto e inútil, que no la dejaba fluir libremente matándola poco a poco y convirtiendo a los magos en simples marionetas despegados de su naturaleza, por no hablar del desprecio que sufren las criaturas mágicas , o aquellos que llevaran sangre de criatura, si bien es cierto que no todas las criaturas eran despreciadas por igual todas sufrían ese racismo y eso era algo que Harry odiaba profundamente.

Pero no pasa nada, no que que el era su héroe y patatín patán...  y que esperaban su gran llegada al mundo mágico y bla, bla, bla y más bla...  pues había llegado,  y no estaba contento, no estaba nada contento, si esas inútiles marionetas querían que fuera su gran héroe de brillante armadura , su luz, pues los seria, sin ninguna duda, solo que para su desgracia tenia la intención de brillar con tanto poder e ímpetu que los cegaría a todos hasta dejarlos en la mas absoluta oscuridad, los desintegraría a todos sin piedad, para construir un nuevo mundo, pero por ahora debería moverse con cuidado, podía sentir la amenaza sobre el, ralamente tenia ganas de conocer en persona, a ese tal Albus Dumbledore.

y con dichos pensamientos salió feliz de la inmunda  tienda, con esa ridícula varita, durante el proceso de elección le había costado prestar atención a lo que ese ridículo vendedor, que sorprendentemente era más raro que el anterior, le había dicho. Sin embargo había resultado útil, parece que los hilos eran bastante más enredados de lo que había previsto en un inicio, estaba claro cual debería ser su varita desde el principio, ese tal Albus ni siquiera pensaba dejarle obtener su propia varita, una adecuada para el.

 Aun que mirando el lado positivo gracias a un " minúsculo accidente" por su parte la tienda había mejorado muchísimo , se veía mucho más cálida y luminosa, no fue difícil, al fin y al cavo no era algo que un pequeño incendio no pudiera arreglar.

tranquilamente, sin hacer caso alguno al incendio que se expandía a sus espaldas, se dirigió a la tienda de mascotas, nunca había tenido una mascota, bueno si, había cuidado de un viejo gato callejero, asta que un día apareció muerto, alguien lo había atropellado, por ello pensó en comprarse un gato, pero la idea de tener una lechuza le sedujo mas, sin duda que además pudiera servirle para enviar su correspondencia, aun que no le parecía el método mas seguro, era un plus añadido, aun así prefería cualquiera de esos dos, a cualquiera de los otros restantes no gastaría ni un centavo en un simple sapo o una vulgar rata, además estaba seguro que los perdería de inmediato prefería algo mas sofisticado por así decirlo.

finalmente se compro una hermosa lechuza blanca con pequeñas motas negras en sus perfectas alas y de un porte bello, elegante y orgulloso. 

Con una mirada penetrante y llena de astucia que lo encandilo, el ave era magnifica, no dudo ni por un segunda nada mas verla sabia que la querría, pese a las recomendaciones del vendedor quien parecía empeñado en venderle cualquier otra ave más vulgar y simplona, carente de toda majestuosidad que irradiaba aquel animal, lo que lo irrito en gran medida que acaso no lo había entendido, quería el ave blanca, no una gallina simplona sin gracia.

Exasperado e irritado finalmente consiguió salir de la tienda, con la lechuza mas hermosa, que para diversión de Harry no había dudado en picotear las manos del vendedor con una ira inusual, suspirando, decidió regresar a casa para darse una ducha relajante y tomar un helado de dulce de leche y pistacho, sin duda el helado siempre lo soluciona todo, había tenido demasiado ya de ese callejón, sin duda era como si todos lo magos de Inglaterra hubiesen tomado la horrenda decisión de meterse en el mismo callejón a la misma hora, esperaba no tener que volver pronto.

 Por no mencionar que tenia la responsabilidad de ponerle un nombre a su nueva amiga, que lo sobrevolaba disfrutando al fin de su libertad, en ocasiones descendía y le picoteaba la oreja con cariño, parecía haberle caído bien.


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⏰ Última actualización: Jul 30, 2021 ⏰

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