Al fin una varita

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Después de explicarles a sus elfos cómo debía tomar todas las pociones y agradecer su servicio lo que le costó unos 20 minutos de consolación y agradecimientos a unos conmocionados elfos , Harry al fin pudo ir hacer lo que tantas ganas tenía desde el principio, ir de compras,  y no es que el callejón diagon no fuera increíble, pero decidió hacer caso nuevamente a los  consejos que le habían dado los duendes antes de abandonar el banco , además de que sus elfos habían comentado que los Potter siempre habían amado esa ciudad y era donde siempre hacían su "verdaderas compras" tomando el traslador oficial de los potter se dirigió  a la ciudad Hécate, ciudad que ya pocos recordaban, y que fue construido en honor a la Diosa un lugar donde no se limitaba la magia y esta se practicaba abiertamente por todos sin restricciones de ningún tipo.

El lugar era sorprendente, la magia era envolvente pero no era asfixiante si no suave y dulce como una agradable brisa otoñal que te envuelve y te acompaña.

No solo había magos y brujas sino criaturas mágicas de todo tipo que caminaban orgullosos mostrándose abiertamente sin reparos, Harry camino observando todo y  se preguntaba por que el resto del mundo mágico no era así, en el callejón Diagon, con lo poco que había visto parecían ovejas siguiendo un rebaño el lugar de seres hermosos y poderosos.

primeramente se encomendó en realizar sus comprar personales.

se compró un guardarropa entero tanto para diario como para su estancia en el colegio, en aquel lugar no se hacía ropa muggle así que todo lo que compro fue ropa de mago, ahora comprendía porque todos miraban raro su camisa de AC/DC y sus pantalones vaqueros raídos.

Adquirió un hermoso baúl que podía usar como vivienda, y no tardó en comprar una cantidad ingente de libros sobre todo tipo de magia, lo bueno de que en dicho lugar no se limitará la magia es que pudo comprar cualquier libro sobre cualquier tema sin tener que hacerlo a escondidas como si en verdad estuviera cometiendo un delito,  también compró un anillo muy elegante, que tenía capacidad de guardar hasta más de mil objetos sin importar su tamaño o lo que fuere, además de servir como pensadero, y por último el objeto más deseado de todos, la varita.

La tienda de varitas era inmensa y sin duda la más ostentosa aunque aristocrática  del lugar, cuando entró en aquella tienda pudo ver cantidad de varitas pulcramente ordenadas en sus estantes,colocados en orden por maderas y núcleos.

-buenos días joven Potter, en busca de su primera varita me imagino-era un hombre corpulento de rostro afable, traía consigo algunas cajas que colocó cuidadosamente en una de las baldas.

- ¿Disculpe cómo sabe quién soy?- preguntó mientras un metro mágico le tomaba las medidas.

- Tiene usted todos los rasgos de los potter, salvo los ojos, una característica de la familia Sydreytt, todos en esa familia tiene ojos singulares, jamas habia visto unos ojos de un verde como el de usted, pero dígame ¿usted es zurdo o diestro?

-  Diestro señor, ¿usted  ha conocido bien a mi familia?

- Claro, mi familia creo todas las varitas de la familia Potter y Sydreytt, me alegra que usted siga su camino,  por cierto, supongo que lo sabrá pero no esta de mas recordarlo, le recomiendo que haga como todos los miembros de su familia y compre otra varita en el callejón Diagon, esas varitas están controladas por el ministerio, si creen que usas una de sus varitas,los muy idiotas no te vigilan.

- gracias señor- la idea de poder ser vigilado dependiendo de donde compraste tu varita, no le gustaba nada a Harry, sin decir nada tomó la varita que le tendían con cuidado,  era una varita blanca y fina muy bonita la que agito esperando que ocurrirá algo pero para su decepción,  simplemente no ocurrió nada, estuvieron así durante más de una hora, harry estaba con los nervios de punta, parecía que nunca encontraría su varita, mientras que el vendedor ajeno al nerviosismo  e impaciencia de su joven cliente,  parecía cada vez más interesado y feliz para fastidio de este último.

Al final tras unos segundos de duda el vendedor hizo aparecer una caja de cristal, en ella se encontraba varias de las creaciones de sus más ilustres antepasados, aquellos que habían conseguido una de esas varitas había cambiado el mundo mágico para siempre tanto para bien coma para mal ¿será el caso?

 tras pensarlo detenidamente  tomó casi con admiración una de ellas, era una hermosa varita hecha con diferentes maderas lo cual ya de por sí era extraño, era una varita elegante para realizarla se había usado tres tipos de madera diferentes cerezo, haya y Vid, en cuanto el núcleo de la varita no era uno sino dos, y muy especiales, dos núcleos muy contradictorios entre sí, una pluma de un fénix blanco bendecido por los unicornios  y un pelo de rougarou bañado por el letal veneno de un basilisco rey, quien consiguiera dominar esa varita sin duda cambiaría el mundo, con mucho cuidado tendió la varita al muchacho, expectante de lo que ocurriría, Harry tomó con curiosidad aquella varita era muy diferente a las que le habían mostrado hasta ahora.

nada más tocar la varita una oleada de poder salió, inundando toda la tienda, ambos eran uno solo, Harry estaba feliz de tener por fin una varita, al fin, pero cuando miró al tendero pero cuando se giró hacia el tendero para preguntar cuánto le debía, vio que este se había desmayado, en un principio se preocupo pero para su sorpresa, tras unos segundos el vendedor despertó y se puso a dar saltos, dejando a un joven anonadado y muy confuso, aquello era un hecho histórico.

Harry se limito a ignorar la felicidad del extraño vendedor y y pago únicamente la varita ya que la funda y los materiales para el cuidad le fueron obsequiados por el hombre que aun no paraba de dar saltitos emocionado y regreso a casa para darse una relajante ducha y cenar algo.

Harry Potter y la magia libreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora