Prólogo

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EN EL PRESENTE.


Golpeó la puerta principal de la mansión Hayden con vacilación.

Se encontraba jodidamente nerviosa, no sabía qué esperar de su familia.

Ni siquiera sabía por qué estaba ahí. Empezó a dar la vuelta para irse pero unos pasos provenientes del interior de la mansión y una voz pidiendo que esperara, la detuvieron.

La puerta se abrió dando paso a la imagen de un hombre mayor vestido con un traje oscuro inmaculado.

—Señorita Hayden —el mayordomo sonrió y la saludó ocultando su entusiasmo al verla con una inclinación de cabeza, al mismo tiempo en que la invitaba a pasar ayudándole con el equipaje, una oscura maleta mediana de viaje con ruedas, antes de que ella pudiera soltar alguna palabra.

Entró dubitativamente, como si en cualquier momento y de cualquier lugar saliera proyectado algo capaz de hacerle daño. Se detuvo junto a la puerta algo insegura porque ya no consideraba a ese un lugar familiar y entrar a una casa que ya no era suya sin ser invitada rayaba en la falta de educación que tanto le habían exigido sus padres.

Aclaró su garganta y se dirigió al mayordomo sintiéndose un poco reconfortada al ver una cara familiar.

—Hola Will, ¿qué tal va la mañana?

—Muy bien señorita Hayden, es un placer volver a verla después de tanto tiempo.

Reprimió las ganas de lanzarse sobre él para abrazarlo.

—A mí también me alegra mucho Will —le dirigió con dificultad una sonrisa radiante—, ¿cómo está tu esposa?

—Muy bien, gracias a Dios. Ya está casi totalmente recuperada. Fue una suerte haber hallado el tumor rápido, sino, ahora mismo no tendría a mi Margaret con vida, conmigo. No hay día en que no rece y agradezca porque ella continúe a mi lado.

Le brindó una sonrisa reconfortante. La esposa de William, Margaret, había sido diagnosticada con cáncer hacía cerca de cinco años. El tratamiento que había debido llevar había sido largo y había tomado mucho de los dos, pero se alegraba que finalmente lo estuviera superando.

—Es una noticia maravillosa Will —ahora le dirigió un sonrisa de oreja a oreja porque le alegraba mucho que una mujer tan bondadosa y buena como Margaret estuviera bien—, saludala de mi parte y dile que estoy muy contenta de que esté bien.

—Estoy seguro de que a ella le encantaría una visita de su parte señorita Hayden, hace mucho que no la ve.

Reprimió un gesto de tristeza porque desde que se había ido de casa no había tenido mucho contacto con esas dos personas que en su infancia habían hecho prácticamente de padres.

—Iré pronto, extraño mucho esas deliciosas galletas que Marge hacía en las tardes —le sonrió y él asintió.

— Se pondrá muy feliz por saber de usted.

Su sonrisa flaqueó un poco porque ya era hora de cambiar de tema y terminar con lo que había venido a hacer.

—Will... —dudó un poco— ¿mis padres están en casa?

El gesto sonriente del mayordomo cayó y ahora puso una cara seria.

—No señorita. El señor y la señora Hayden se encuentran en una celebración por el nuevo contrato multimillonario con Liward Entreprises.

Soltó un poco del aire que estaba conteniendo al escuchar la noticia. No se sentía mental ni físicamente preparada para tener un enfrentamiento con sus padres, por otro lado, se alegraba de que ellos estuvieran bien y de que el negocio familiar fuera en ascenso. Era ya un imponente emporio pero intentaba no prestar mucha atención a eso. Tenía pequeños datos por alguno que otro artículo que atisbaba en los periódicos matutinos.

Without Second ChancesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora