Esta historia no es mía. De hecho, estoy violando la privacidad de un muy estimado amigo mio y estoy rompiendo un voto de silencio al contarla, por lo que espero que él y su familia me perdonen. No lo hago con mala intención: no quiero lucro o ensuciar un buen nombre. Es sólo que siento que ésta debe ser contada, debe circular y todos deben saber qué pasó. Ya que en estas épocas es un problema real que está afectando a todas las culturas (no sólo a la extremeña), que se han ocupado de transgredir la palabra más poderosa del planeta y distorsionarla en su totalidad, quitándole casi todo su significado: el amor.
Muy pocas personas en este mundo, casi un porcentaje inexistente, saben lo que es en verdad el amor; creo que estarían de acuerdo conmigo cuando digo que el amor es algo que se debe trabajar, en lo que se debe invertir mucho tiempo y esfuerzo. Es como construir un edificio: uno no simplemente dice "oh, quisiera un edificio ahí" y al siguiente día, BOOM, ahí está, perfecto y listo para ser habitado. Uno tiene que poner buenos cimientos, alzarlo bloque por bloque, cuidar que no vaya hueco, adornarlo, hacerlo bello, y uno no puede hacerlo solo. Cuando esté terminado, lo contemplará y verá que es bueno. Yo he sabido de personas en su lecho de muerte, ya ancianos y cansados, que miran a la persona con la cual se casaron, con la cual tuvieron hijos y compartieron su vida, y dicen: "oh, entonces esto es el amor".
Yo mismo puedo atestiguar que alguna vez intenté amar de verdad, y fue tan terrible, tan doloroso, que desde entonces he temido al amor, he respetado su poder, y ninguna de las pocas mujeres con las que he salido me podrá acusar de haberlo mencionado.
Se podría decir que aprendí a las malas. Pero el amigo al que le pertenece esta historia aprendió a PEOR.