→Capítulo 5

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Sus pasos iban lentos y pesados mientras caminaba por la calle iluminada por plena luz del sol. Su mirada recorría cada una de las casas por las que pasaba, analizándolas en busca de aquellos viejos momentos que recordaba. Sentía un pequeño temor y nervios que le devoraban la cabeza a medida que se acercaba a su destino. El día era maravilloso, el sol iluminaba brillantemente cada zona de la manzana mientras era acompañado por pequeñas brisas y el sonido de los pájaros. Un buen día que no podía disfrutar a causa de sus emociones.

Por fin se encontraba frente a la casa que le traía tantos recuerdos y melancolía que, según recuerda él, hace 3 años que no la había visitado. Todo se encontraba tal como le resonaba de aquel día en el que se fue de la vivienda en busca de una "nueva vida". Las paredes color rojo ocre, acompañadas, por los costados, de hojas verdes brillantes, dándole aquel aspecto tranquilizador y corriente que recordaba cuando era pequeño. Las ventanas escoltadas por las cortinas color blanco de las cuales se filtraban fácilmente los rayos del sol. Las macetas rectangulares que contenían distintos tipos de flores que coloreaban aquella vista que permanecía en su memoria. Aquellas plantas eran lo único que cambiaron en los años que no visitó su viejo hogar.

Sentía nervios al imaginarse que, tal vez, a su familia le moleste su presencia o que quizás estos lo terminen ignorando-o rechazando-debido al tiempo que había pasado desde la última vez que se habían reunido. Aquel día en el que pudo sentir la decepción por parte de sus padres.

Caminó por el camino el pequeño camino gris rodeado de césped, dirigiéndose hasta la puerta de entrada. Tan solo le quedaba subir tres pequeños escalones para tocar la puerta, poder pasar y hacer que el día pudiese pasar lo más rápido posible. Aunque, en una parte dentro de él, deseaba con ansias ver a su familia y pasar tiempo con ellos, compartir momentos, charlas, bromas. Realizó todas las acciones hasta que tocó la puerta y pudo ver el rostro de su padre. Impecable como siempre, vestido con pantalón simple y una camisa clara que hacia resaltar sus cabellos grises.

-Hola papá-Lo saludó con una serena sonrisa intentando causar un ambiente alegre.

-Hola Namjoon-Respondió el mayor, abriendo la puerta para darle paso a su hijo.

-¡Mamá! ¡Namjoonie llegó!-Anunció su hermana con una sonrisa que iluminaba su rostro-¡Hermano! Buenos días-Se acercó con los brazos abiertos para luego brindarle un cálido abrazo.

-Hola hermana...te extrañé-Dijo mientras correspondía el abrazo, dándole suaves golpes en su espalda.

-Hola Namjoon-Saludó su madre desde la cocina.

-Hola mamá-Se asomó Namjoon, llegando a ver el cuerpo a espaldas de su madre mientras cortaba algunas verduras y atendía las ollas que estaban sobre el fuego de la cocina.

La casa se encontraba intacta a como estaba hace unos años, nada había cambiado. Los mismos cuadros posicionados en las mismas paredes de siempre. La biblioteca que se hallaba a un costado de la sala principal, con aquellos libros que en algún momento de su infancia les dedicó tiempo para leerlos. Los sillones en los que ha compartido todo tipo de momentos.

-Ven Namjoonie, ¡encontré algo especial!-Dijo su hermana a la vez que subía emocionada las escaleras de madera que se ubicaban al lado de la sala, dirigiéndose a la planta alta de la casa.

Namjoon por instinto, al igual que cuando eran más pequeños, la siguió. Caminó por el pasillo que se encontraba vacío hasta percatarse de la única puerta que se encontraba abierta, resaltando entre todas las demás que estaban cerradas. Se asomó un poco hasta ver el cuerpo de su hermana sentada en la cama, perfectamente tendida y de colores oscuros, que alguna vez fue suya. Su menor se encontraba emocionada revolviendo las cosas que yacían dentro de una caja de cartón. De repente, sus ojos se iluminaron al encontrar lo que, supuso su hermano, tanto buscaba.

Love you like a coffee 『Namjin』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora