1. Corre

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       El día se contemplaba lúgubre y eclipsado. Un silencio sepulcral envolvía cualquier lugar de la inmensa ciudad. El cielo se encontraba enteramente rojo, no había rastro de ninguna especie viva. No había seres humanos, ni siquiera animales, era un escenario plenamente aterrador a los ojos de cualquier espectador. Claro, si hubiera alguien con vida. El viento soplaba ferozmente mientras una chica de cabello azabache caminaba perdida entre los laureles de un frondoso parque.

       En la lejanía de un remoto pueblo, en un hospital abandonado, una jovencita de aspecto frágil; de mejillas y cuerpo pálido, ojos turquesa, con semblante de porcelana y cabello totalmente dorado, despertaba de un gran coma que había tenido anteriormente en condiciones misteriosas.

       Al abrir los ojos, lo primero que miró fue el amplio techo de la habitación en la que previamente había despertado; tétrica, oscura, fría, nada visible demás de ella. Llevó las manos hacia su cabeza , se percató de un agudo y molesto dolor que la acompañaba. Masajeó lentamente sus sienes y se dió cuenta que tenía una venda cuidadosamente colocada alrededor de toda la cabeza.

— ¿Dónde estoy? —pensó en voz alta.

       Se levantó cautelosa de la cama y se recargó a la orilla de ésta. 

       Putrefacto, ese era el olor que emanaba toda la habitación. Al sentarse, observó con confusión su muñeca izquierda, ésta se encontraba atada aún a la cama.El simple hecho de ver que estaba atada, la hizo pensar en que pudo haber echo para que la controlaran de una manera tan salvaje al ser atada, dando el aspecto como si hubiera hecho algo tan malo; que mereciera tal castigo. Al encontrarse atada misteriosamente de esa forma, hizo un intento por recordar pero solamente su cabeza estaba en blanco.

       Consternada y extrañada, retiró la cuerda de su muñeca y trató de ponerse de pie. Pero algo lo impedía; sus piernas no le respondían.

       Múltiples veces trató de ponerse de pie, y al trigésimo intento logró conseguirlo. Al dar solo unos pasos, ella cayó bruscamente y resignada se quedó ahí sin poder hacer más. Dió un largo suspiro e instintivamente observó por debajo de la camilla en la que ella se encontraba anteriormente recostada.

        Gritó de terror al divisar el cadáver de una enfermera en avanzado estado de descomposición. Sus huesos pegados a la piel, le daban un aspecto infernal, sus ojos y nariz habían desaparecido y sus labios abiertos en una perfecta "o" parecían querer pronunciar algo. Al menos, algo trató de susurrar antes de morir. La rubia aterrada retrocedió como pudo hasta la entrada de la habitación sin apartar la mirada del cadáver que parecía mirarla con rencor.

—Necesito salir de aquí —musitó la rubia. Se levantó como pudo y salió arrastras de aquél tétrico cuarto. El dedo de la muerta pareció moverse entre la penumbra.

       Un hombre decano despertaba en una recamara de criogenización. Su mirada denotaba frialdad y cinismo. Apartó el imponente vidrio de su camino, saliendo victorioso de la cúpula. Al hacer contacto con los cristales rotos, el hombre bufó de dolor, en su agonía por las vertidas de los cristales rotos, observó una ventana que irradiaba el color del atardecer.

Falsos Recuerdos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora