«Mi nombre​ es George. George Dellani»

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Anteriormente:

— George Baltasar Dellani, tendrás que volver al centro psiquiátrico...

— ¡Espere Espere! - detuvo Michelle - ¡¿Eso quiere decir que no irá a la cárcel?!

— No aún - respondió George - Tengo 16 años mi querido amigo - sonrió con sorna - Nos vemos luego... Y recuperaré el anillo ¡El auténtico anillo y no esa mierda de rubí!

Michelle miró a Katerine, quien estaba en su lado derecho. Bajó la vista hacia su mano, allí estaba el aro, pero si Ojos Rojos decía que no buscaba ese, ¿De qué auténtico anillo estaba hablando?

— Katerine tú...

— Está loco, - le contestó rápida - no le hagas caso...


Actualmente...

10 de julio del 2013 . . .
El paciente de nombre:
George Baltasar Dellani Evans de 16 años; recibe al doctor Phineas Harvy en el centro psiquiátrico de New York «Galileo Galilei»

En una casona bonita cercada de muros grises muy altos, de detalles clásicos y de arquitectura maciza, cientos de hombres y mujeres en batas blancas se abren camino en cualquier punto, atrapado cada uno en su propio mundo, desligándose de la realidad con sus pensamientos.

Los locos son símbolo de la humana inquietud.
Víctimas de las más grandes guerras del conocimiento en las cuales ellos han sido los más afectados, los heridos de combate, los que ante la gran brecha de interrogación, han caído en el limbo de la demencia.

En el jardín del patio trasero enrejado, hay un muchacho rubio cenizo con bellos pero intimidantes ojos rojos vino, envuelto con sólo una túnica blanca y pantalones sueltos albinos, yace con dos cicatrices en la mejilla y el pelo alborotado.

— Hola George - saludó el doctor Phineas Harvy sentándose al lado de él, en una de las bancas de madera.

Éste tiene la cabeza gacha y prefiere no responder.

— Me contaron que te escapaste de aquí hace meses - el doctor intentó establecer una conversación sobre los informes que la policía le había dado.

George no tenía ganas de hablarle.

Phineas Harvy escribió en su tablilla. A ese chico definitivamente le tenían repulsión los humanos.

— Dime... George ¿podrías decirme que ves en éste dibujo? - el doctor Phineas fue directo al tema a tratarse ya que no parecía querer darle vueltas al asunto.

Los mechones de cabello platinado tapaban el rostro del joven de dieciséis años, ocultando su mueca de desprecio hacia el médico. Otra vez en ese maldito lugar, pensó. Estaba destinado a pudrirse en esas míseras paredes llenas de individuos sacados de la realidad.

Pero aún así, Phineas lo vio sonreír como si supiera que algo malo iba a pasar y sería él el único que saldría impoluto.

— George...

— Doctor - Ojos Rojos le llamó para ver el papel donde estaba el gráfico de colores sin sentido - Veo... Veo un psicólogo - el nombrado frunció el ceño curioso - cayendo en el mismo delirio en el que trató de sacarme propiciando su perdición de ésta, a la que tanto ama, vuestra maravillosa realidad...

El Señor Tortuga ImaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora