Ese día, me quedó claro que los padres de Gerard habían escuchado demasiadas cosas sobre mí.
Me subí al auto de la familia Way, el cual tenía un aromatizante de coco. Los aromatizantes nunca me han gustado, entonces, desgraciadamente, me causó un mareo horrendo.
Mikey era muy reservado, lo cual me pareció extraño. Cuando estaba con nosotros o con Gerard, incluso bromas sarcásticas podías escuchar. Pero, con su familia, todo era diferente. Sus padres le preguntaban cosas y él solo asentía, cruzaba los brazos, luego fingió estar dormido. Mikey, de igual forma, era muy delgado. Me pregunté si quizá tendría algún tipo de desorden alimenticio o problemas con su familia, pero después intenté no pensar en eso.
Me calmé y mostré una imagen serena y un tanto rebelde ante los Way en esa cena.
Atravesé el umbral de la ya conocida casa, Gerard se mostraba excesivamente feliz y su mirada reflejaba un brillo inigualable. Quise abrazarlo, pero no logré mi cometido. Intenté lo más que pude retener toda muestra de cariño porque a mí me ponía demasiado incómodo verlas o darlas a conocer con gente mayor. Quizá todo eso era una inmadurez, pero desde pequeño nunca fui capaz de poder presenciar tales actos como algo completamente normal en los adultos. Con mi familia no sucedía eso y tampoco convivía con otras personas mayores aparte de mis padres y maestros.
Mikey subió a su habitación como de costumbre, Gerard me invitó a sentarme en el sillón y mirar el televisor. Recordé la segunda vez que nos encontramos, en donde yo, preso del miedo estúpido me acosté sobre su regazo y el impulso incontrolable me hizo besarle. Quise repetir la escena, donde ambos, completamente solos, pudimos compartir algunos secretos vergonzosos pero que entonces parecían no tener ninguna necesidad de ser ocultados. Así era con Gerard. Los secretos no se molestaban al ser extraídos de sus aposentos, en cambio, florecían sin problema y podían ser absorbidos por el otro como si ya formaran parte de los dos. Jamás había sido tan abierto en cuestiones personales, y mucho menos había llorado expuesto ante otras personas. Llorar era algo natural para mí, pero al menos, intentaba ocultarlo osadamente, para no parecer cobarde y dejar de odiarme al menos un poquito.
“¿Recuerdas esa vez?” preguntó como si fuera capaz de leer mis pensamientos. Asentí lentamente y me recargué sobre uno de sus hombros. El sonido de la televisión solamente fondeaba mientras ambos nos tomábamos de las manos y jugueteábamos con estas, como si nos comunicáramos de una manera telepática en la que ambos estábamos sumidos en nuestros propios pensamientos. Quizá diferentes, pero con eso era suficiente. Estábamos pensando juntos sin realmente hacerlo.
“Chicos, la cena está servida” anunció la Señora Way, sacándonos de nuestro pequeño universo formado por pensamientos ligados a distintas cosas. A veces, me preguntaba por qué Gerard se mostraba tan callado después de observar por momentos a su pequeño hermano. Quizá se sentía culpable, o quizá pensaba en las maneras de arreglar las cosas. Sin embargo, yo, aunque deseaba poder ayudarle, nunca tocaba ese tema a menos que él quisiera mencionarlo.
Nos levantamos del sofá y nos dirigimos al comedor, donde me esperaba una larga plática acerca de mí y mi vida miserable. Por mí, hubiera preferido hablar de Gerard en lugar de mí mismo. Porque, hablando con total sinceridad, había demasiados recuerdos tristes que me hacían llorar cada vez que pensaba en ellos. Y no quería llorar enfrente de la familia de mi novio; aparte, mi imagen no es la mejor. ¿Cómo un joven con notas bajas que sólo le interesa la música puede ser un buen partido? A los ojos de la mayoría de las personas, yo sólo era un estúpido rebelde sin causa que no conocía nada de la vida.
Sentado junto a Gerard, la Señora entregó los platos a todos y el Señor Way me miró, sonriendo.
“¿Y Mikey?” Gerard no intentó ocultar su desconcierto al ver que su hermano no bajaba a comer. Le miré de reojo, observando cómo la luz se extinguía al notar el rostro de su madre moviéndose de lado a lado diciendo No.
Yo no comprendía muchas cosas, pero sí comprendía el problema que ahí se ocultaba. Me pregunté cómo era la vida de los Way, porque Gerard era realmente feliz cuando estaba conmigo, pero cuando cuestiones diferentes sucedían, no tenía la menor idea de cómo reaccionaría. En ese momento, estuve inseguro acerca de conocerle completamente. Las caras que mostramos de nosotros mismos a otras personas son siempre diferentes, entonces, ¿cómo era Gerard al estar con Mikey?
Se notaba a leguas que había un problema, el cual todos intentaban evadir para no sentir el mismo peso de este. Yo consideré eso como una opción horrible; viviendo en una familia demasiado rota y con tantos recuerdos amargos encerrados en un miserable hogar, uno se da cuenta de todo lo que eso conlleva. Pero nunca hay que evadir el problema y fingir que no está. Y eso era exactamente lo que los Way hacían. ¿Por qué? La razón real la desconocía, pero podía decirse que era tan simple como no querer afrontarlo por miedo.
“Y…” habló el Señor Way, poniendo una sonrisa sobre sus labios “¿qué piensas hacer ahora que te gradúes?” dijo mientras enterraba el tenedor al pedazo de carne y se lo llevaba a la boca.
“No lo sé, supongo que estudiaré música” me encogí de hombros y miré de reojo a Gerard, con una sonrisa.
La Señora Way acudió a la cena y se sentó junto a su marido. Gerard comenzó a comer sin ganas, y me sentí incómodo al estar ahí.
“Gerard, mi amor, come con ganas” musitó su madre “Mikey siempre lo arruina…” dijo silenciosamente, como si estuviera intentando que no la escucharan. Claramente todos lo hicieron. El Señor Way se aclaró la garganta y en ese momento, justo como en un drama de televisión, Mkey bajó las escaleras y se sentó.
“Te escuché” musitó mientras agachaba la mirada “lo siento”
No sabía por qué se disculpaba, pero me hubiera gustado estar en su mente por unos momentos, para así poder comprender todo sin parecer un extraño completo. Si me estaba liando con esa familia, y quería compartir todo con Gerard, necesitaba ayudar de algo.
El Señor Way volvió a aclarase la garganta, como si eso fuera a detener todo ese ambiente de futura pelea que solamente no se llevaba a cabo por mi presencia. De cierta forma, me hizo sentir menos incómodo.
“Gerard está pensando en ir a una escuela de artes en Nueva York” dijo su padre, Gerard asintió y dio un sorbo a su vaso de agua. No me percaté que durante toda esa clase de discusión no había probado un solo bocado de esa comida. No me apetecía ciertamente, pero aun así comencé a comerla. Yo no tenía idea de que Gerard pensaba mudarse a Nueva York, pero no me afectó. Yo no estaba seguro de quedarme a vivir en Nueva Jersey, y quizá Gerard decidía llevarme consigo.
“Así que nos separaremos ¿uh?” me dirigí a él tranquila y serenamente, ahora comiendo la ensalada que acompañaba el plato.
“Puedes venir conmigo, eso lo sabes” arqueó una ceja y luego continuó comiendo. Sonreí.
“No me vendría nada mal” aseguré y regresé a mi almuerzo.
La conversación no fue muy interesante, al menos para mí. Me interrogaron, les contesté y listo. Durante toda la cena, Mikey no se atrevió a pronunciar una sola palabra.
Luego me despedí, cogí el móvil y llamé a mi madre para avisarle que llegaría a casa temprano. No tengo idea de por qué hice eso, per sentí la necesidad de escuchar su voz. Sin embargo, antes de llegar a mi casa, con la cabeza hecha un manojo de nervios, pasé por una prueba de embarazo a la farmacia que quedaba más cerca.
Ingresé a mi casa, fui al baño y seguí las instrucciones de la cajita.
Esperé con ansiedad y agradecí que mi madre no había llegado, por si pegaba un grito al ver el resultado.
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Opposites? | Frerard
Fanfiction¿Realmente éramos diferentes? ¿Realmente me atraía? ¿Realmente era estúpido? ¿Realmente merecía todo lo que le decían? Y es así como Frank conoce a Gerard, y la vida de ambos cambia radicalmente, haciendo que el vacío que ambos sentían se cubriera...