Caleb se había dirigido hacia el sur, aún pensaba en como lo convencieron para que se fuera solo. Sí, tenían radios, pero si se caía, o se desmayaba iba a ser imposible que llamara por la radio. Pero siguió su camino. Se adentró en el bosque, el cual se había cada vez más denso, la luz del sol casi no pasaba los árboles, el camino estaba oscuro. Pensó en los demás, esperando que sus trayectos no estuvieran tan sombríos como los de él. Pero no importaba, todos sus amigos amaban el bosque, no les interesaba que tan oscuro estuviera. Caleb se tranquilizó un poco.
Durante el trayecto logró distinguir ciertos muñecos colgados en los árboles, eso lo inquietó. Caleb era paranoico, tal vez aquello no significaba nada, no eran más que muñecos puestos por los niños que venían a acampar. Ese era el problema, nadie acampaba por esos rumbos, todos se quedaban cerca del lago, donde el sol es visible por el día. Caleb quiso darse media vuelta y correr al campamento.
No seas gallina, se decía a sí mismo. Recuerda la vez que tus amigos se burlaron de ti por no entrar en una casa del terror. Pero eso era diferente, él estaba en sexto grado, era normal para un niño de su edad. No lo era, todos sus amigos entraron en la casa del terror, y ninguno salió asustado.
— ¿Cómo te puede asustar una casa manejada por gente disfrazada? — Se burlaban sus amigos de él.
El odio lo inundaba, odiaba ser como era, odiaba tenerle miedo a todo. ¿Por qué su vida tenía que ser así? Caleb se odiaba más de lo que odiaba a la gente que se burlaba de él.
Durante tres años se odio tanto que prefería no haber nacido, y no solo por su paranoia, sino las consecuencias de ella. Era muy nervioso, y al mismo tiempo era tímido, no podía socializar con la demás gente. Sus únicas verdaderas amigas eran Jessica y Dana. Por esto decían que era homosexual, decían que no podía juntarse con hombres porque no era uno. El vaso se estaba llenando. En octavo grado el vaso llegó a la mitad, por culpa de Dana. A él le gustaba Dana, y a ella parecía gustarle también, hasta que, sin decir nada, Dana se comenzó a alejar de él. Ella había de dejado de hablarle sin razón aparente. Y cuando lo hacía solo decía cosas raras, hablaba de los signos zodiacales, y cosas parecidas. El vaso se llenó el mismo mes en que Dana se alejó, esta vez había sido por Steven Hardin, el idiota que había matado a sus padres. Caleb comenzó a buscar refugio en Jessica, y comenzó a vivir con ella y sus padres, y fue cuando Jessica comenzó a gustarle, pues era el único apoyo que tenía. Al final, la gota que derramó el vaso fue Mark. Quien con su carisma había robado a Jessica. Estúpido Mark, Caleb lo envidiaba tanto, era todo lo contrario a él, era guapo, carismático, y sobre todo, no era paranoico.
Caleb había tocado fondo, no quería continuar con su vida, era miserable, e hizo lo que quería hacer desde hace mucho tiempo. Subió al tejado del colegio, ahí todos podrían ver lo que habían ocasionado. Volteó a ver al piso y a lo lejos se veían las personas volteando hacia arriba, todos gritaban que no lo hiciera. Hipócritas, pensó. Solo eran tres pasos lo que lo separaban de caer. Dio el primer paso.
—Caleb, déjate de estupideces. No nos hagas esto —gritó Jessica detrás de él. Tenía lágrimas en los ojos. En qué había pensado Caleb, nunca había querido hacerle daño a Jessica. Pero ella se lo hizo a él. Dio el segundo paso.
—Ya estoy harta de esto, ¿Crees que es fácil la vida de todos Caleb? Pues no lo es, y tu vida no es la más miserable. Me tienes a mí, eres como mi hermano Caleb, odiaría perderte —gimoteó Jessica.
Caleb estaba al borde de la muerte, tenía los ojos llorosos después de oír lo que Jessica dijo. Él la amaba, no podía lastimar a la persona que amaba. Caleb se tiró para atrás, acostándose en el suelo sollozando.
Jessica se sentó a un lado del lugar donde él estaba tirado.
—No me vuelvas a dar un susto así —dijo llorando.
Un mensaje indescifrable comenzó a oírse por la radio, era la voz de Mark, pero la estática no lo dejaba comprender el mensaje. Seguido de este la voz de Dana comenzó a oírse distorsionada.
—No los copio, chicos ¿Me copian? Cambio —No hubo respuesta alguna —. Chicos, ¿Me copian? Cambio.
Agh, ahora si me encuentro solo, pensó.
Siguió caminando. Lo único que oía eran las hojas moviéndose por el viento. Cada vez el bosque era más espeso, al grado que tuvo que sacar una lámpara que llevaba en su mochila.
Comenzaron a entrarle escalofríos, pero algo le empujaba a seguir caminando. Al cabo de unos minutos encontró una cabaña abandonada. ¿Por qué había una cabaña ahí? ¿A qué persona le gustaría vivir en un lugar donde no hay sol? Caleb se encontraba en la puerta de la cabaña. Tenía que entrar, algo le decía que entrara. Luego recordó la cabaña de sus sueños, la cabaña que albergaba a Steven Hardin. Puso su mano sobre el frío cerrojo. Comenzó a oír pasos dentro. Como si unas botas pisaran la vieja madera. Comenzó a girar el cerrojo, este rechinaba, estaba completamente oxidado. Al cabo de unos segundos, la puerta comenzó a rechinar. El corazón de Caleb latía con intensidad.
Al abrir la puerta no había nadie, estaba completamente vacía, su cerebro le había hecho una jugarreta. La cabaña estaba tapizada con amuletos que parecían telarañas y de ellos colgaban plumas. Había uno en específico que le llamaba la atención, al fondo de la cabaña. Tenía unas plumas azules, y en el centro, entre los hilos que formaban telarañas, había una pepita de oro.
Caleb se adentró en la cabaña para agarrarla, dio pasos lentos y seguros. Cada paso hacía rechinar la madera a sus pies. Quería regresar, quería salir de aquella cabaña, pero el amuleto lo llamaba, algo lo empujaba a agarrarlo. Puso una mano sobre él.
Caleb cayó desmayado tras tocar el amuleto.
Caleb se encontraba en el campamento, este estaba en llamas. Al lado de él estaba una figura que sostenía una hoz con su mano derecha, la figura vestía una túnica negra y una capucha que cubría su rostro. Al ver sus pies se dio cuenta que la figura estaba flotando, y del final de su túnica se desprendía un humo negro. La figura avanzaba lentamente hacia las llamas. Pronto, un hombre irreconocible salía de la casa de campaña de las mujeres y corría hacia el vehículo de Mark. Se subió y arrancó a toda marcha. La figura negra avanzaba hacia la casa de campaña de la que salió el hombre, esta estaba en llamas. Desgarró la casa de campaña con su hoz y Caleb logró distinguir a Jessica incinerándose dentro de la casa. Segundos después la figura desgarró el aire con su hoz y de ahí apareció una grieta negra. La figura tomó en sus brazos a Jessica y entró en la grieta.
Caleb despertó en la fría madera de la cabaña. Se paró y salió disparado de la cabaña. Corrió hacia el campamento. Algo malo había pasado, ¿Estará Jessica bien?
—Chicos, regresen al campamento, rápido —dijo Caleb por su radio. Pero no consiguió respuesta alguna.
Dejó atrás el denso bosque y la luz del sol calentó su piel oscura. En el cielo distinguió un humo negro que se elevaba hacia el cielo. Se preocupó aún más y aceleró el paso. A lo lejos logró distinguir un prominente fuego. Estaba fuera del campamento. En el mismo lugar donde se encontraba la figura negra en su sueño. Segundos después el hombre salió de la casa y se llevó la camioneta. Caleb corrió hacia la casa de campaña y encontró a Jessica con una herida en el estómago. Había sido apuñalada. La sacó deprisa de la casa de campaña que estaba en llamas y la llevó en brazos a un lugar más seguro.
Dana llegó ajetreada a la posición de Caleb, y Caleb dejó a Jessica en el césped.
— ¿Qué pasó? —preguntó Dana.
Caleb, sin oírla, corrió por una cubeta y se dirigió al lago para intentar extinguir el fuego.
Todavíale asustaba la similitud que tenía su sueño con la realidad. A excepción de lafigura negra que flotaba y se llevaba a Jessica.
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El soñador de Rowtag
FantasíaCaleb es un chico paranoico que odia salir de su zona de confort, prefiere quedarse en la seguridad de su casa en vez de salir a tomar aire fresco. Pero un viaje al bosque cambiara todo eso, anunciando que algo viene con sus comunes pesadillas. Una...