5. El camino al oeste.

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Jessica decidió ir al oeste del campamento, cruzando el frío lago sobre el que había nadado por la mañana. Una sonrisa esbozaba su cara, estaba feliz por el viaje. Sus amigos lo eran todo para ella.

Mientras caminaba el radiante sol enrojecía ligeramente su piel blanca, y hacía brillar su cabello rojizo. Los arboles murmuraban con la brisa del viento. A Jessica la hacía tan feliz poder escaparse de la realidad un poco.

Ella era muy aplicada en el colegio, siempre sacaba dieces. Era una tarea muy pesada mantener un promedio perfecto en la escuela, al grado que pasaba noches en vela haciendo proyectos y estudiando, al terminar eso sus ojos estaban inyectados en sangre. Comenzó a utilizar anteojos a causa de esto en octavo grado, mejor conocido como el año de la locura.

Todos sus amigos se volvieron locos durante ese año. Dana no dejaba de hablar de los signos zodiacales, del amor verdadero, la leyenda del hilo rojo del destino. Fue la primera en comenzar con la locura ese año. Después, la muerte de los padres de Caleb ocasionó una locura enorme en él. Decía que sus padres habían sido asesinados por un hombre, cuando la realidad era que se habían estrellado en un accidente automovilístico. No existía tal hombre, era un producto de la imaginación de Caleb. Según los psicólogos, el cerebro de Caleb no podía soportar la muerte de sus padres, por lo cual creó un asesino para poder culpar a alguien y no a ellos. Después de esto, conocieron a Mark. Jessica al ver el estado mental de Caleb, dejó de sentir la misma atracción que sentía por él, y fue cuando comenzó a salir con Mark.

Mark y Jessica fueron novios por un tiempo, estuvieron juntos por la mitad de octavo grado. Hasta el intento de suicidio de Caleb. Jessica entró en locura al igual que los demás y cortó a Mark, no quería una relación amorosa. Dedicó su tiempo libre a Caleb, después de la muerte de sus padres había comenzado a vivir con la familia de Jessica. Ella lo cuidó como un hermano durante todo octavo grado. La locura se había apoderado de Jessica. Tenía que cuidar a Caleb por las tardes, y por las noches debía dedicárselas a la escuela. Durante tres meses dormía alrededor de cuatro horas. Un día un colapso nervioso dejó a Jessica en una camilla de hospital, y desde ahí dejó de dedicarle tanto tiempo a Caleb, que parecía haberse recuperado de su depresión.

— ¿Alguien ha encontrado algo interesante? Cambio —preguntó Dana a través del radio.

—Nada por aquí —respondió Mark algo desilusionado —. ¿Jessica? ¿Caleb? Cambio.

Jessica presionó el botón del radio para decir algo, y justo en ese momento tropezó con la raíz de un árbol, el radio cayó en seco y no volvió a funcionar.

—Mierda —maldijo Jessica.

Su ropa había quedado cubierta de lodo a causa de la caída, y su tobillo había sufrido un esguince.

— ¿Quiere que le ayude, señorita? —dijo un hombre con voz amable.

Jessica volteó a examinarlo, se encontró con un hombre con una tez grisácea, con los ojos inyectados en sangre y una prominente melena, como salido de una banda de rock de los noventas. Tenía alrededor de cuarenta años, y su altura se elevaba hasta el metro ochenta y cinco.

El hombre le extendió la mano con una sonrisa y Jessica dudó.

—Vamos, que si quisiera violarla ya lo hubiera hecho, nadie podría escucharla aquí —soltó una pequeña risa.

Jessica tomó su mano y se incorporó de un brinco. Su tobillo le quemaba como si alguien tuviera un encendedor sobre él.

Jessica comenzó a cojear hacia el norte en busca del campamento y el hombre la detuvo.

— ¡Vaya! No se vaya a lastimar más señorita, que si quiere le ayudo a llegar a su destino.

—Muchas gracias, que amable es —dijo Jessica consternada.

Se apoyó sobre el hombro del hombre y ambos comenzaron a caminar hacia el norte.

— ¿Cuál es su nombre señorita?

—Dana —dijo sin vacilar.

— ¿Qué hace por estos rumbos Dana? Alguien como usted no debería estar sola en el bosque, hay muchos lunáticos sueltos por aquí.

La voz del hombre la inquietaba bastante.

—Bueno, buscaba un sitio bueno para acampar, ¿Y usted?

—No querrá ir hacia el sureste de aquí, las leyendas cuentan que el cementerio que se encuentra en esa dirección la gente resucita —dijo el hombre soltando una carcajada —. Pero en fin solo son leyendas ¿No es así?

—Así es —dijo Jessica inquietada.

El hombre portaba un extraño collar pegado a su cuello. Después de eso sacó un cigarrillo de su bolsa.

— ¿Le importa si fumo?

Jessica negó con la cabeza.

El hombre comenzó a inhalar el humo que salía de su cigarrillo. Jessica notó que el humo se escapaba por su cuello. Aquello no era un collar, eran puntos, le habían cosido la cabeza.

Inquietada Jessica intentó actuar como si no lo hubiera notado, el hombre no debía saber que lo había notado.

—Y... ¿Qué hace por estos rumbos? —preguntó Jessica.

—Vivo en aquella dirección—dijo apuntando hacia el sureste —. Estaba vagando por aquí cuidando el terreno de los intrusos.

Él sabía que Jessica sabía.

— ¿Sabes qué es lo que más odio de los intrusos, Jessica?

Se contuvo a decirle que su nombre no era Jessica.

— ¿Qué?

— Que se quieran creer amos del bosque, cortando los árboles, haciendo sus fogatas, metiendo sus narices donde no les interesa.

El campamento se veía a lo lejos.

—Esto es lo que haremos, Jessica —dijo el hombre —Llegaremos a tu campamento y dejaremos un mensaje a tus amigos para que se larguen de aquí.

Jessica asintió.

Llegaron al campamento y el hombre prendió las casas de campaña en fuego. Tumbó a Jessica dentro de la casa de campaña. Clavó con fuerza una navaja en su vientre esta soltó un gemido de dolor. La sangre brotó a chorros de su vientre y Jessica cayó inconsciente.

Elhombre salió de aquella casa de campaña y tomó la camioneta que se encontrabacerca de ahí. Las llaves estaban pegadas al tablero, arrancó la camioneta y desapareciódel bosque. 

El soñador de RowtagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora