Epílogo

142 12 2
                                    

Me aclaró la garganta mientras Liz se despide de mis padres dándole todas las gracias posibles yo solo me quedo en el sitio con mis brazos descansando a ambos lados de mi torso mientras mi mirada queda fija en mis zapatos.

Entonces Liz se acerca para despedirse de mí, ella me mira con una sonrisa amplia y con los ojos brillosos mientras yo sonrío de lado, jamás pensé que aquel día que bajé las escaleras encontrándome con ella y su hijo en este mismo sitio acabaría de esta manera.

Ella coloca sus manos en mis hombros y yo la miro a los ojos. Me da un abrazo que yo no soy capaz de negar, estoy más sensible desde que se fue el imbécil de su hijo y los abrazos parecen ayudar.

- Sé que lo echas de menos- me susurra y yo trago saliva - lo sé todo y no se lo he dicho a tus padres- me hace entender aún en un susurro y yo sonrío.

- Gracias por todo Liz, ha sido genial tenerte en esta casa- le explico y ella sonríe ampliamente.

Ella agarra su maleta y con una última sonrisa sale por la puerta.

Yo suspiro, Matt y todo lo que tenía que ver con él ya han salido de mi casa, y de mi vida... pero me resulta imposible que salga de mis pensamientos, esa sonrisa, esos ojos... No paran de rondar por mi mente en esta larga y triste semana en la que ya le he dejado más de mil llamadas que no son contestadas. Y asimilo que no quiere hablar conmigo, y según me contó Tyler, con ninguno de nosotros.

Ha desaparecido sin decirme nada, no contesta las llamadas y parece que no va a volver en mucho, mucho tiempo. Es como si hubiese empezado otra vida intentando olvidarse de nosotros. Intento evadir el tema de el imbécil y mis amigos no me contradicen.

Porque eso es otra cosa que ha cambiado sin que yo me diese cuenta, mis amigos, mi círculo de amistades ha cambiado en rotundo, Tyler, Scott, Beth y Louis. Reducido, pero aceptable.

Otra cosa que ha sido imposible evitar han sido las miradas de pena que todo el instituto me ha dirigido en la última semana y no se ha hablado de otra cosa, Matthew Morgan, uno de los más populares del instituto se ha ido a otro país dejando devastada a su supuesta novia, a la conocida y temible Sabrina Homes.

He asimilado que mi vida sigue y él no va ha hacer que la mismísima Sabrina Homes sea una ermitaña que se pase los días llorando mientras él conoce a miles de chicas en Canadá sin ni siquiera dar una explicación.

Es un imbécil y yo ya lo sabía, lo que no entiendo es cómo pude anteponer el amor a mis principios.

Beth llama a mi puerta y yo le abro con una sonrisa, yo la abrazo y ella se separa de mi sorprendida.

- ¿Y eso?- pregunta riendo.

- Gracias Beth, gracias por todo- le digo con una sonrisa y ella me corresponde con la misma.

Porque he aceptado que ella es una persona imprescindible en mi vida y es la única que ha estado ahí en todo momento cuando yo me sentía como una mierda y perdón por la palabra.

Aunque ella sabía que él se iba a ir... Si Matt se lo dijo a todos los demás y ellos no me lo dijeron porque Matt insistió en decírmelo a mí, parece que se le olvidó avisarme de que se iba y de que iba a romper mi corazón.

Mucha gente ha hablado de lo que era tener el corazón roto, siempre he pensado que era una exageración, pero ahora pienso que es lo peor que puede sufrir un ser humano.

- Beth, la próxima vez que me enamore de un imbécil, lánzame un ladrillo por favor- le pido y ella ríe.

Otra cosa que ha cambiado, Beth ya no nos shippea, ahora al igual que yo piensa que Matt es un desgraciado, mentiroso y un completo imbécil, que jamás pensó que llegaría ha hacerme ese tipo de daño, porque nosotros cortamos, y ni siquiera tuvo valor de decírmelo.

Hemos cogido una costumbre en la que ella se pasa a por mí andando y caminamos juntas hasta el instituto. Así ambas llegamos a buena hora y no necesitamos a nadie que nos lleve ya que el que solía llevarme era Matt.

Y otro de mis cambios, Joe, Hannah y Chase de vez en cuando me miran y han intentando hablar conmigo, pero han resultado ser un segundo plano en mi vida y me he sorprendido a mí misma en lo que ha cambiado mi vida en menos de un año.

Y todo es culpa de mi maldita ley de Murphy. Gracias, por todo señor Murphy, por hacer que me caiga y así que yo aprenda solita a levantarme y ya puedo acostumbrarme a tu compañía.

De nuevo estoy preparada para otro día en el que tendré que soportar miradas compadecientes de mis compañeros, las desdichadas clases a las que debo atender más, cosa que ya he decidido, centrarme más en mis estudios y desviarme más en las cosas que tienen menos importancia dejando todo lo demás en segundo plano.

Bienvenido a la nueva vida de Sabrina Homes.

Mi ley de murphyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora