capitulo 4

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me acorde de una anécdota muy graciosa. un día, a la salida de la escuela, daniela seguia hablando sin parar con las amigas. yo no había tenido mas remedio que subirme al colectivo, pero ella no había hecho el mas mínimo gesto de tomarlo. a veces hacia eso. el chófer, que había aminorado -como siempre- la marcha, en esa especie de gesto de cortarte hacia mi, freno a la mitad de la calle y frente al grupo que parloteaba dijo a viva voz: 

-señorita...

cuando todas se dieron vuelta, el chófer indico con el dedo:

-...no, la rubia, ¿va a subir o no?, que tengo un horario que cumplir yo también.

y en medio de la risa de pasajeros y amigas, daniela subió, sonrojada y sorprendida, y se sentó a mi lado. el conductor se sonrió apenas. solo esa vez lo vi reírse. pero cuando subimos juntos, el chófer me hacia un guiño imperceptible.
Cuando al fin de año deje de ir a la escuela , deje también de tomar ese colectivo y no volví a ver a aquel hombre. Todavía hoy me resulta raro que ese desconocido supiera algo que no le había confesado ni a mi mejor amigo.
¿por qué quedaba en esa situación? ¿por que no buscaba una salida? No sé. Habia muchas otras chicas lindas, inteligente y disponible, en la escuela y afuera.
Bueno, una respuesta -aunque creo que hay varias- era mi falta de autoestima. Yo era un flacucho de mentón deprimido, tenia esa misma nariz que tengo ahora y el mismo nombre (torcuato Sánchez, que no es poca cosa). Sin segundo nombre, solo torcuato, a secas, y sin alternativa, porque además mi madre reina el mismo apellido que mi papá, de modo que era Sánchez-Sánchez. A mis espaldas,yo oía los "cuac,cuac" burlones de los chicos en  la primaria y eran una tortura. pero bueno, los pibes buscan la manera de hacer burla con casi cualquier cosa y con el tiempo les encontré la vuelta. cuando uno aprende a reírse de si mismo con los demás, a no enojarse, se acabo la diversión. con respecto al físico, es verdad que los cánones de belleza cambian según las épocas, pero hasta cierto punto. el estereotipo de sofia loren, con escote grande y caderas anchas,puede estar o no de moda pero es irresistibles. las chicas quieren ser flacas y los hombres seguimos mirando a las otras. y la mandíbulas cuadradas y prominentes, los hombros anchos y caderas estrechas en los varones fueron y serán símbolos de fuerza, de virilidad y de dominio. bueno, ya, de eso, nada. encima, todavía no tenia la barba que tengo ahora, así que no había forma de remediarlo, aunque fuera visualmente. el tema del mentón, por desgracia, no era solo estético. me afectaba la respiración,  la  dentadura, la postura del cuerpo, y pasadas algunas décadas podría haber traído problemas de motricidad; un asunto complejo del que antes no se sabia mucho, pero un pediatra iluminado no me dejo ir sin prestarme atención. la cuestión fue que, cerca de los veinte, con un par de operaciones para colocar u  implante en el mentón y después con un buen dentista, se fue solucionando   el tema; la barba creció, como era de esperarse, la nariz decidí dejarla como estaba y al nombre lo asumí. hoy debo decir que me hizo único. no lo conozco ningún otro torcuato y mis amigos y conocidos tampoco, así que cuando alguien dice mi nombre es que se esta refiriendo a mi, solo a mi, modestia aparte. diría que casi ni necesito apellido.

volviendo al tema de daniela, dejando de lado la autoestima, ¿que otra chica iba a buscar yo si las demás se habían vuelto invisible? bien podría haber hecho lo mismo que mis compañeros, que en los entretiempos no descartaban nada que se les pusiera mas o menos a la mano. pero yo no encajaba en ese molde. y  había otra cuestión. daniela me celaba con mis compañeras. era un juego para ella. comentarios al pasar, pregutitas intencionadas, frases susurradas, miradas que se sacudían como un latigazo de excitación y, de esa manera, ella mantenía la soga tirante, por buscar una metafota discreta.

-¿te gusta la abanderada?- me decía al oído-. a mi me parece que te mira.

así que se fijaba en como las tras chicas me miraban a mi y no veía como yo miraba a ella. o todo lo contrario...  veces, en gestos casuales, fugaces, me pasaba el brazo alrededor del cuello para arreglar la corbata, me sacudía una pelusa de la manga del saco o bajada la voz para preguntarme si había probado los nuevos sándwiches del kiosco.jugaba un poco conmigo, con los limites, con las picardias. marcaba u territorio en el que no tenia ningún interés; y si hubiese sido verdad que la abanderada me miraba -cosa de la que nunca me percate-, esa chica haría dejado de hacerlo porque con la mas linda de la escuela nadie podía competir. daniela era la mas linda y me quería allí, a sus pies, rendido de amor. todo era una payasada adolescente que ya podría haber drenado con un movimiento, con una sola palabra. podría, para probar nada mas, un solo día haber tomado otro colectivo o haber arreglado para reunirme con otro compañero, no se, algo distinto, algo que la desconcertara, que le desarmara el juego. para ver que hacia. varias veces me lo plantee, pero nunca lo hice. nunca quise. quizá hubiera dado vuelta la historia y todo habría terminado de otra mantea. pero me quede en el molde. y no porque fuera tonto y no me diera cuenta de que daniela no estaba conmigo, sino porque sabia que esa pequeña farsa tenia fecha de caducidad. yo tenia diecisiete, estaba en quinto y al año siguiente iría a la universidad. no nos veríamos mas.

de otras formas, cuando apareció el novio en escena, las cosas cambiaron en cuestión de días.

NADA ES SUFICIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora