La Última batalla.

Cap.5 El arte de la guerra.

 

Una mañana, recibí una carta de parte de un mensajero de Nighthorse…eran noticias del reino y de Ema, la respondí…al igual que las siguientes…pero lo más importante…es que justo después de esa mañana…comenzó mi entrenamiento con Sir. Fernand…la primera lección fue la de siempre esperar a que el objetivo atacara…recuerdo que los primeros días de correr…sentía como mis piernas temblaban de dolor…y por falta de sueño…muchas veces me quedé dormida en medio de una clase de objetos utilizados en una batalla…recuerdo muchas veces…cómo le decía Sir. Fernand a Steve que yo no podría, que esto no era para una niña…sin embargo…debo admitir…que eso me alentó muchas veces…pero…hubo una ocasión en especial…en la que me sentí muy frustrada…sentía que tal vez no podría…y fue…cuando en un abrir y cerrar de ojos…tuve un sueño en el que corría por el bosque…hacia mi pueblo…y al llegar…mi madre me regañaba por haber salido sin avisar…y mi padre…se oponía a lo dicho…después me sentaba en su regazo…y me explicaba que toda aquella persona que tenga algo por lo cual luchar…siempre logrará lo que se propone…muchas veces le pregunté en el sueño si él tenía algo parecido…pero no respondía…después…en medio de dicho sueño…todo ardía en llamas…y mis padres acorralados junto al fuego…llamándome para que huyera de él…yo cada vez me alejaba más del lugar…y en un de repente…aparecí frente a alguien que no recordaba bien de quien se trataba…sin embargo…por alguna razón…reconocía su cara…en especial su espalda y el símbolo que llevaba en su armadura…pero no recordaba quién demonios era…luego…se acercó a mí…diciendo que me ultrajaría a mí y a Ema…corrí…y mientras corría…todo se volvió oscuro... y en seguida me encontraba en otro lugar que también conocía…se trataba del arrollo en el cual jugaba…ahí se encontraba una persona que no conocía…era un hombre…que no podía distinguir bien a la distancia…corrí y mientras me acercaba pude ver de quien se trataba…Abdel Sammad…mi viejo maestro de ajedrez…lo abrazé…y me dijo: querida niña…¿Acaso lo has olvidado?...tu eres el caballo del tablero.

Desperté…y por alguna extraña razón…sentía que había crecido en todo sentido…tanto así…que los días siguientes mejoré bastante en todo aquello que Sir. Fernand me enseñaba…aprendí a escribir en su totalidad…no tardé  mucho después de 5 meses de clases que Lady Margery nos hacía a Steve y a mi…era una joven bastante pálida…de ojos claros…y muy delgada…su cabello era negro…y casi podría decir…que su nariz era como la de un extraño animal que recuerdo haber visto en el pueblo en el que me encontraba anteriormente…era bastante grande y amontonada…si lo traduzco…podría decir que tenía nariz de perico.

Sin embargo…si hay algo que he aprendido…es a no confiar demasiado…puesto que había cosas que me llamaban la atención en ella y que si soy sincera no las consideraba buenas. Una de ellas es que golpeaba a las sirvientas y no con su mano…sino que tenía una especie de látigo especial para hacerlo…una de las sirvientas tenía casi la misma edad que yo…le decían la pequeña Odeline…recuerdo que apenas hablaba cuando Lady Margery se encontraba con ellas en la cocina…y que además…debía presenciar todo el horror de que sus compañeras fueran golpeadas…pero…un día en particular…pude observar como robaba una hogaza de pan…me descubrió e inmediatamente me pidió disculpas diciendo que no lo volvería a hacer…yo la calmé…y le dije que no se preocupara…que no le diría nada a nadie…y que además estaba tan sola en esta casa como ella. Sonrió…nos presentamos e inmediatamente compartimos nuestras historias.

Todas las tardes después de entrenar la visitaba en la cocina…diciéndole lo que había aprendido y ella lo que había hecho…recuerdo que en una ocasión especial le pregunté que es lo que más le gustaría hacer…ella respondió que era dejar de ser sirvienta…y decirle en la cara a Lady Margery que su nariz era tan fea como su actitud…ambas reímos…luego añadió que fuera de eso, le gustaría casarse, formar una familia y vivir con sus propias reglas…lejos de Londres…en seguida le mencioné que nuestro reino era muy tranquilo, que la gente vivía en paz y que además los hombres eran bastante guapos…ella sonrió.