Introducción

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Para que se entienda mejor, leer el contexto en "0".

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Era por el contexto que atravesaba la humanidad, que cuando Howard y María Stark, una pareja de betas de clase pudiente, tuvieron a su anhelado primer hijo, no sabían qué sentir

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Era por el contexto que atravesaba la humanidad, que cuando Howard y María Stark, una pareja de betas de clase pudiente, tuvieron a su anhelado primer hijo, no sabían qué sentir.

Anthony Edward Stark tenía un llanto débil pero constante, había nacido más pequeño de lo esperado y además, para desgracia de Howard y resignación de María, era un omega.

Y no un omega cualquiera; pues al evaluar su código genético y matriz, el diagnóstico dio: matriz en perfecto estado. Es decir, Anthony era un omega fértil.

Gracias a que eran una familia de muchos recursos económicos, María dio a luz en casa, atendida por Jarvis el mayordomo y una amable nodriza, amiga de la familia. En el equipado laboratorio de Howard, él mismo, junto a un amigo íntimo de la infancia, evaluaron la genética de Anthony y llegaron al diagnóstico final.

No hubo prensa ni fiesta; Howard quería un alfa o beta. De todas las posibilidades, el que Anthony fuera un omega fértil era menos de un cinco por ciento; por lo que Howard estaba seguro de que el heredero de sus industrias sería un beta o si la fortuna le sonreía, un alfa. Pero no, su heredero resultó ser un omega que seguro se revolcaría con algún alfa gracias a esos calentones propios de su naturaleza y para variar, cuando fuera marcado, todo por lo que Howard trabajó durante años pasaría a manos de cualquier alfa que ojalá los dioses quieran, tenga una educación digna.
Aún así, Howard no le reprochó nada a María, pues la amaba y era consciente de que eso escapaba de sus manos. En vez de ello, se dedicó a descargar su frustración en su taller y en su hijo.

Howard crió a Anthony para que no esperara nada de nadie; le enseñó a diario que la familia era la única de la que podía esperar algo desinteresadamente, y si ésta no le daba más de lo que le consideraba digno, nadie más se lo daría sin esperar algo a cambio.

Y si la familia no le daba amor, menos el resto.

Pero Howard no necesitaba fingir ser un mal padre, porque el papel le calzaba; ausente, frío y estricto. Ciertamente, Howard no fue un ejemplar de padre, pero eso no quitaba el hecho de que se preocupaba por los suyos, aunque a veces no parecía evidente.

—Cariño, tu padre te quiere; solo que... Le cuesta demostrarlo.

Anthony negó repetidas veces, negándose a aceptar las palabras de su madre.

—Eso no es cierto, si por él fuera, me vende al mejor postor.

—No, cariño, no... Tu padre se preocupa por ti.

—¡No! —Sorbió de su nariz—. Soy un omega, por eso me desprecia. Ni siquiera yo mismo me soporto.

María tiró de los castaños cabellos para atrás.

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