Capítulo 5 {Máscara de hockey}

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Lucy

-No hay cojones de entrar- espetó de repente uno de los chicos tras un intervalo de tiempo de apariencia eterna, lo que hizo que más de uno saltara del susto.

En aquel intervalo nadie dijo una palabra, todos se quedaron mirando esa lúgubre cabaña, embobados y temerosos. He de reconocer que aquella casa provocaba algo de pavor en mi alma, sin embargo enfríe mis pensamientos justificando la apariencia del domicilio con el paso del tiempo.

-Lucy- la irritante voz de Tiffani volvió a resonar. Cruzamos nuestras miradas -¿por qué no entras tú primero?- preguntó de un modo burlesco. Miré la vivienda por segunda vez.

-Me temo que no entraré, Tiffani-  dije solemne aquella declaración.

-Oh, ¿qué ocurre?- me interrogó con el mismo tono de voz -¿es que acaso tienes miedo?- no le di el placer de verme enojada. Como siempre mantuve mi neutralidad y le contesté con cordialidad y tranquilidad.

-No es el miedo lo que me detiene. Antes de saber la leyenda yo rebosaba de interés por inspeccionar esta casa, pero al ser consciente del mito he tomado la decisión de respetar la memoria y la propiedad de quienes habitaban este domicilio- confesé y declare.

Observé el rostro de la pelinegra de reojo. Ella mostraba un notable enfado que intentaba ocultar con una falsa sonrisa.

-¡Ja! ¿A quién le importa un par de cadáveres? Además esa mujer estaba como una cabra y era una asesina, lo último que merece es respeto- soltó con indiferencia. En ese momento me cuestione seriamente si ella tenía un mínimo de empatía hacia los demás. Abrió la puerta bruscamente, dejando al descubierto oscuridad, polvo, telarañas y una gran tensión -y ahora- sin previo aviso me agarró fuertemente del brazo -vamos a entrar.

-Ya te he dicho- con algo más de dureza en mi voz y en mi mirada la detuve -que yo no voy a entrar, tu haz lo que te plazca- pero Tiffani no iba a dejarme ir tan fácilmente. Con un gesto realizado con su cabeza llamó a lo que parecían ser dos de sus secuaces, los cuales me sujetaron de los hombros impidiendome el paso -soltadme- les exigí apunto de gritar.

-Deja de ser tan amargada- sentenció la pelinegra, mirándome de forma seca y despectiva. Me despreciaba, de eso estaba segura. Me despreciaba por no ser como ella, por no seguirla ni apoyarla, por ser iguales y a la vez tan diferentes.
Y ese sentimiento era mutuo. 

-Algún día sabrás el gran odio que te tengo- pensé para mi misma. La verdad es que yo no soporté a Tiffani en ningún momento de mi vida. Yo era consciente y era testigo de las crueldades que ella hacía a algunos compañeros en clase, y entre aquellas víctimas una era Elly. Cansada de su comportamiento egocéntrico intenté socorrer a todo aquel o aquella que sufrió a manos de Tiffani, sin embargo, cuando me acercaba a algunos de ellos estos huían temiéndome. Lo hacían debido a las leyes establecidas en la sociedad: todo aquel que se considere o pueda ser superior a ti te humillara.
Aquello era una completa estupidez. Yo solo deseaba ayudarlos...pero me veían como una amenaza.
Como dije antes pasó lo mismo con Elly. Lo diferente fue que yo no me rendí y así acabamos siendo amigas.
Desde ese momento comenzaron a considerar a Elly como mi protegida y apenas volvieron a meterse con ella.

Ignorando mis deseos de marcharme Tiffani entró la primera y yo fui empujada adentro en contra de mi propia voluntad. 
Excepto yo todos comenzaron la inspección. No había demasiado que investigar, el lugar no era excesivamente grande y solo era de una sola planta. Además tenían bastante cuidado por donde pisaban, la madera crujía a cada paso y parecía que el techo se fuera a colapsar en cualquier momento.
Solo quería salir de allí pero los dos subordinados de Tiffani no me dejaban ni un momento a solas, solamente se dedicaban a vigilarme y a dedicarme miradas y preguntas...incomodas. 

-Entonces, ¿no tienes novio?- fue una de sus interrogaciones.

-Ya te he dicho que no- respondí gélida, evitando mirarle.

-¿Y cómo una chica TAN bonita como tú no tiene novio?- cuestionó el otro, ambos situados a mis dos lados.

-¿Y cómo un animal cómo tú no está en una jaula?- respondí, por primera vez en mucho tiempo, de forma borde. Ya estaba harta, estaban colmando mi paciencia.

-¿Qué has dicho?- dijo confuso. Fue una pena que yo no alzará más la voz.

-Nada- fue lo único que mencione.

-Vamos Lucielle- me llamó su compañero en un intento de parecer seductor. Entonces él me acorralo en la pared junto con su amigo -vas de buenaza y de puritana pero estoy seguro de que te encanta la diversión- dicho esto posó una de sus manos sobre mi cadera.

-Te recomiendo- aleje su mano con fuerza -que no vuelvas a tocarme- mi voz emanaba furia contenida. Pero él sonrió satírico. Subió su mano a mi rostro y con su pulgar acarició mi labio inferior.

-O si no, ¿qué?

Le mordi la uña. Enseguida se alejo sujetándose la mano con dolor. Lo agarré del cuello de la camisa e hice que me mirase fijamente.

-No..vuelvas..a tocarme- me miró asustado y molesto -espero que te entre de una vez en ese nido de mosquitos que tienes por cerebro- le espete sin gritar pero cabreada. Solté su camisa y observé a su amigo, transmitiéndole la misma advertencia.

-¡Hey! ¡Venid todos! ¡He encontrado algo interesante!- la anfitriona de la expedición nos dio un aviso. Enseguida casi todos entraron en la habitación donde ella se encontraba, todos excepto los dos muchachos que me observaban con enojo.

-Su ama les reclama, ¿no van a ir como perros falderos que son?- volví a atacar. Ellos me observaron sorprendidos pues vieron que mi común neutralidad se esfumó, dejando únicamente un sentimiento de rabia y de odio.

-Tú te vienes con nosotros, maldita puta- escupió el chico al que había estado apunto de romperle la uña. Acto seguido me volvieron a tomar del brazo, aquella vez con más fuerza.

Pero puedo prometer que antes de entrar al cuarto donde se hallaban todos noté una mirada, una mirada no muy alejada, penetrante y llena de enfado. Lo más curioso es que sentía algo extraño con aquel desconocido mirar...que esa mirada la cual yo sentía no iba dirigida a mí.
Giré mi cara, en dirección a una ventana, y esta vez juro que por unos pocos segundos volví a ver a aquella máscara de hockey.

I Will Spend An Eternity At Your Side. [Jason Voorhees fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora