El Amor y La Mariposa Nocturna

1.6K 85 5
                                    

-4-

El Amor y La Mariposa Nocturna

El amor es una farsa, una ilusión efímera y engañosa, que no va con la realidad cruel del mundo… es un estigma que no tiene razón o fundamentos, solo una metáfora a la que se aferran los cortos de mente…  no tiene ni cuerpo, ni forma, ni estructura, es entonces que no existe,  no es nada… o será quizás que es todo.

Cuando la vio marcharse, sabía bien que la estaba perdiendo para siempre, tenia tal certeza por que la conocía lo suficiente para comprender que no existía ninguna posibilidad de que volviera. Ella no es una mujer de medias tintas, ella lo quiere todo -merece todo- con menos no sería feliz y en contra de su manera de ser y su egoísmo arraigado, quiere que sea feliz, porque si alguien lo merece, es precisamente ella.

La vio una última vez, en el rellano de la puerta, con sus ojos mirándole con una intensidad que lo dejo sin aliento. Cerró la puerta lentamente, con un adiós callado y entonces, solo entonces el peso de la realidad le dejo tan aturdido y frió que el calor de ese cuerpo femenino que tenía encima, no pudo siquiera entibiarle un poco la frialdad agobiante que le dejo su partida.

Tenía su sabor en los labios mezclándose con las notas saladas de la sangre, por ese último beso violento que le robo con rabia. Le molestaba sentir algo por ella, pero era inevitable sentir ese deseo culposo de tenerla, desde esa primera vez en la mansión ancestral de los Malfoy nada había vuelto a ser lo mismo.

No importaba el tiempo o las mujeres que pasaran por su cama, Hermione había marcado un antes y un después con su llegada. Aun para el que era un hombre de costumbres, se encontró deseando repetir hasta el hartazgo, como con ninguna otra.

Mas queriéndola borrar de su vida y su mente, se afianzo al cuerpo caliente y sudoroso que aun permanecía sobre él, tomándola de su espeso cabello negro hizo que levantara el rostro, que le mirara a los ojos. Quería encontrar en esos ojos azules al menos un remoto brillo que le hiciera saber que podría encontrar algo de lo que acababa de perder, mas no encontró nada, eran unos ojos hermosos azules de espesas pestañas negras, pero vacios de dulzura o valor, carentes del fuego o ese primitivo salvajismo que hacía que se volviera toda instintos cuando estaba en sus brazos.

"… Te borrare de mi vida y mi memoria… quitare de mis recuerdos, el sabor de tus labios y tu piel… entrare en la estreches de otras tantas mujeres, beberé de sus bocas, poseeré con deleite otros cuerpos y ya no serás nada… Quitare de mi mente la imagen de tu cuerpo de piel tostada, de tu pubis encrespado, de tu sexo, de tu rostro perdido en el placer y el deleite…borrare es maldita sonrisa tuya de esos labios generosos, torturados por tus dientes blancos… olvidare cada peca de tu rostro y cada jodido  lunar de tu espalda…"

Violento y perdido, ignorando como se estruja  su estomago, esta duro y listo para intentar borrar con otro mejor cuerpo a aquella chiquilla de rizos castaños, que no es nadie, que no es nada, pero ¡Por todos los infiernos cuanto la desea!  

Quiere borrar su mejor recuerdo… de la misma manera en que empezó todo… se llevo a la joven pelinegra al baño y hace que recargue su torso en el lavabo, mientras la mira fijo por el espejo, con sus ojos grises dilatados por la adrenalina.

-¡Mírame!- Le ordena abriéndole las piernas sin delicadezas alguna, enterrando sus dedos largos en la suave carne de sus blanca nalgas y entrando en ella sin mayor preámbulos… con las ganas inmensas de perderse… no se detiene… sigue entrando y saliendo con ritmo… haciendo chocar con fuerza su pelvis contra las nalgas redondas de esa mujer que grita y gime, retorciéndose y aferrándose de las baldosas del baño y el espejo que cruje por la fuerza de las arremetidas.

La joven lo mira con los ojos acuosos, con el sudor resbalando de su frente y los cabellos cayendo despeinados a los lados de su cara como una marea negra que se mece al ritmo del choque de sus caderas. Su espalda arqueada mostraba la sinuosidad de su columna vertebral y las redondeces de sus nalgas ya rojas por el fervor y arrojo de unas manos nudosas e imponentes que se aferran a ella como si no hubiera un mañana.

En El Nombre Del PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora