Odio

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Odio

Se ve tan feliz, con un rozagante color en las mejillas, tiene una sonrisa boba y sus ojos tienen un brillo particular. Verla de esa manera solo hace que su odio crezca y la envidia caiga sobre ella, empapando cada fibra de su ser. Detesta ver la felicidad que no puede alcanzar. La culpa a ella, por embrujar a Lucius hasta el punto que no piensa en nadie más. Le destroza tener la seguridad que jamás podrá borrar su recuerdo, para al menos, ser la mitad de feliz de  lo que es ella.

Ella lo tiene todo y la aborrece, por incluso poseer algo que ya no quiere, el amor de Lucius.

Mía se encuentra rabiosa a pocos metros de distancia de Hermione, la observa en silencio, mientras el odio por ella crece y se transforma en algo tan atroz y destructivo que la aterra. Ella no es una mala persona, pero el destino la ha golpeado tanto que tiene miedo y sus temores han mutado en otros mucho más letales y peligrosos.

Tras un pilar la observa, asechándola, buscando un momento. Aunque todavía no sabe cuál es o que espera, por el momento se conforma con verla y esperar, midiéndola, pensando en que es, eso que todos ven y admiran y que ella no posee.

Sus ojos azules han perdido la inocencia desde hace ya bastante tiempo, poco a poco bajo los golpes de la vida aprendió que se tiene que luchar por sobrevivir y ella estaba dispuesta a luchar con todo por no volver a caer en la inmundicia. Ya no es la misma chiquilla ingenua que imagina un mundo perfecto, en color de rosa.

En cuando ve a un hombre apresurar sus pasos para alcanzarla, abrazándola por la espalda con un solo brazo y con la otra mano le cubre los ojos, susurrando algo a su oído que la hace sonreír.

Un brillo peligroso, tintinea en los ojos de Amelia y sonríe con una idea que acaba de cruzar por su mente.

*o*O*o*

Luna… Lunatica… Luna…

Su nombre se repetía una y otra vez en su cabeza de manera obsesiva. Sabía que no era alguien trascendente, pero le molestaba no recordarla de antes, su memoria era prodigiosa y aun cuando el rostro de la rubia le resultaba familiar, no podía acordarse de nada sobre ella.

Arto se dirigió a la biblioteca de su mansión, dispuesto a sacarse esa duda que comenzaba a ser un fastidio, seguro de que cuando despejara la incógnita de la peculiaridad de esa chica podía borrarla de nuevo de su mente.

Quizás lo que le molestaba mas era saber que aquella chiquilla de aires infantiles conociera su oscuro pasado de Mortifago y que a pesar de ello, hablara del tema con tal naturalidad que le resultaba incomprensible. Generalmente las personas que conocían sus antecedente le rehuían, evitando tener cualquier acercamiento, intimidados y asustados la mayoría de las veces. Pero Luna no, ella le había hablado con un franqueza que no le conocía a nadie sobre su condición de ex mortifago y la etapa tan difícil que había vivido eso últimos años en el colegio.

¿Cómo podía ser posible? De qué manera podía conocer esa parte de su vida sin mostrarse intimidada o afectada de algún modo. No recordaba a nadie que le hubiera sonreído de la manera que lo había hecho ella, mucho menos conociendo lo que conocía de su persona.

De una de las estanterías tomo un tomo forrado de piel negra con el escudo de Hogwarts y comenzó a pasar las hojas una por una con detenimiento, era el anuario. Se sintió frustrado cuando no encontró su rostro en su generación, eso quería decir que pertenecía a una generación por debajo de él, o quizás dos, tomando en cuenta lo joven que parecía.

Se sentó con desgana en una de las sillas frente al escritorio, pensando en que no sería difícil averiguar quién era realmente. Estiro la mano para leer el periódico del profeta y fue justo en ese momento cuando la encontró en primera plana.

En El Nombre Del PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora