Epílogo

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Unos años después

Un súcubo destruyó su vida,

y cuando el fuego de la venganza era lo único que consumía y alimentaba su alma,

llegó un ángel dispuesto a salvarla

para tomar su alma y unirla con la suya

para toda la eternidad.

— ¿Qué haces? — lo abrazó su esposa, tomándolo completamente por sorpresa — ¿Qué era lo que escribías? — le preguntó la hermosa mujer que se encontraba detrás de él.

— Una historia. — respondió con una pequeña sonrisa.

— ¿Sobre? — inquirió muy curiosa.

— La historia de un ángel que unió su alma con la de la mujer que tanto amaba. — deslizó Darren sin desaparecer aquella sonrisa que lo caracterizaba.

Elizabeth sorprendida por la respuesta del hombre que amaba, decidió echar un vistazo por sí misma a lo que él había escrito. Tomó el cuaderno que Darren tenía sobre su regazo y luego se incorporó al sillón, quedando así a su lado.

— ¡Ey! — exclamó sorprendido — ¡No puedes! ¡No puedes leerla! No...al menos hasta terminarla. — De alguna manera le apenaba que ella leyera lo que había escrito.

Se suponía que ella nunca llegara a saber que su marido además de ser médico, también escribía historias bajo un seudónimo y que esta sería la primera de sus escritos en ser publicada.

— ¡Por supuesto que sí puedo! ¡Mira cómo lo hago! — exclamó un tanto infantil.

Liz siempre había sido así y él amaba ese comportamiento algo infantil de ella.

— ¡Vaya, vaya! — sonrió ampliamente sin desviar su mirada del cuaderno que le arrebató a Darren —. No conocía ese lado poético de mi marido.

Él la observó preocupado y realmente no pudo descifrar si la sonrisa de su esposa era de burla o de aceptación.

¡Magnifique! — dijo encantada —. Muero por leer más... ¿hace cuánto tiempo te dio por las letras? Yo jamás conocí ese lado tuyo.

Darren deseaba confesárselo. Sin embargo, no hallaba la forma adecuada de hacerlo.

— Hace no mucho en realidad. — mintió —. El tenerte a mi lado nuevamente me inspiró. — le quitó el cuaderno de las manos y se acercó a ella para envolverla en un abrazo.

— ¡Ey! — se quejó con un puchero formado en sus labios.

— No más historias por hoy. — se levantó del sillón y guardó cuaderno en uno de los cajones de su escritorio.

— ¡No es justo! — se acercó a él — Yo quiero saber quién realmente era el ángel que salvó a esa mujer del infierno.

¿Cómo podía ser tan ingenua y despistada a la vez?

— ¿Qué aún no lo has descubierto? — cuestionó.

— No, — contestó inocente —, pero como eres mi esposo y autor de la obra, creo que deberías...

— ¡Mira qué hora es! — anunció — ¡Mi turno empieza en media hora!

— Cariño, tienes que decirme...

— No hay tiempo que perder — la interrumpió —, hoy tengo una larga lista de pacientes que esperan a su doctor. Nos vemos luego, cariño. — se despidió de ella con un tierno beso y salió de la pequeña oficina.

Lo había olvidado, era tan despistado como ella.

— Hiciste más que salvarme, me devolviste la vida. — esbozó una sonrisa y un suspiro — ¡Espera! Tenemos que irnos juntos, ¿lo olvidas? — fue tras él, pues en un afán de escapar de las preguntas de su esposa, el médico olvidó que ambos trabajaban en el mismo turno.

— ¡Pues vamos juntos! — se asomó por la puerta, sorprendiendo a Liz, quien no hizo más que sonreír ante el gesto del ángel.

Amor Por VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora