Capítulo cuatro

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Más de un año después

São Paulo Brasil,

10 de septiembre del 2015

¡Pero qué rápido había pasado el tiempo! Y pensar que hace más de un año Liz estaba en todo el dilema del engaño de su marido y sus planes definitivos de divorcio.

Ocupó un poco más de mes para buscar un nuevo trabajo, ya que seguir trabajando en el mismo lugar que su ex marido y la amante de éste no era una opción. Lo que ella quería era tranquilidad y no más problemas; la ansiedad de venganza y de querer matarlos a ambos terminarían con su vida y no les daría el gusto.

Necesitó tal vez de unos dos o tres meses más para enterrar al canalla de Allan, ya no lo amaba y no valía la pena guardarle rencor, pues era una pérdida de tiempo y Elizabeth no quería más vivir en el pasado.

Dos meses más la ayudaron a comprender lo mucho que valía y que el mundo no se le vendría abajo por el fracaso de una relación. Liz sabía muy bien que no todos los hombres eran iguales. No obstante, tenía en cuenta que no cometería los mismos errores que cometió en el pasado, tenía claro que debía tenerle confianza a su futura pareja, pero no idealizarlo, porque de hacerlo, se llevaría más de una decepción nuevamente.

Y por último, el tiempo que restaba le permitió sanar sus heridas por completo y a decidir finalmente si se daría una oportunidad con alguien que verdaderamente la merecía y ese alguien ya lo había encontrado y era nada más y nada menos que su eterno admirador y merecedor de todo su amor, a quien jamás debió abandonar como lo hizo hace mucho, Darren Oliveira.

— ¿Estás lista? — le preguntó el muchacho con una sonrisa. Todo en él era alegría, la cual podía contagiar a cualquiera.

Liz asintió.

— Ahora que estamos casados y vivimos juntos, lo ideal sería ir decorando las otras dos habitaciones que tenemos. — sugirió y la muchacha no pudo agradarle más la noticia.

— Sé que mueres por decorarlas, hasta ya compraste la pintura para cada una de ellas. — agregó y él no hizo más que sonreír.

Darren la sostenía de la mano, ambos se dirigían hacia la clínica a recoger los resultados médicos de Elizabeth. Su esposo tenía una sospecha sobre su estado, aunque ella no la tuviese. Darren Oliveira era médico, ciertamente su especialidad no era la ginecología. Sin embargo, tuvo la certeza de que su esposa estaba embarazada desde el primer momento en que la vio más agotada que de costumbre. Se sentía contento y dichoso, y más lo estaría ella cuando lo supiera.

Al llegar a casa después de pasar por la clínica y tomar un helado en el camino, él decidió decirle la verdad a Elizabeth sobre los resultados médicos. La muchacha no pudo creerlo cuando lo supo, una mezcla de sentimientos invadió su cuerpo; la alegría y nerviosismo se apoderaron de ella, iba a convertirse en madre, finalmente la felicidad que tanto deseó le había llegado.

— ¿Es eso cierto, Darren? — parpadeó. Unas lágrimas de felicidad amenazaron con salir de los ojos de la joven.

— ¿Por qué te mentiría, Lizzie? — Ella se lanzó a sus brazos y él le devolvió el abrazo con la misma efusividad.

— Con razón saliste de la clínica con una actitud media sospechosa. — Ambos que reposaban sobre el sofá de la sala comenzaron a jugar con sus manos como unos niños pequeños.

— Me pregunto si tendremos un niño o una niña...o quizá sean mellizos. — Liz tenía la cabeza sobre el pecho de su marido y esa era la posición perfecta para que él comenzara a jugar con su cabello.

No había duda que se convertiría en un buen padre, porque un excelente marido ya era.

— Realmente no importa el sexo, sino que llegue sano a este mundo, — comentó —, pero te confieso que me encantaría tener mellizos. — sorprendió a su esposo.

— ¿Por qué? — le preguntó, viéndola a los ojos. A Darren siempre le había fascinado los ojos verdes de su esposa.

— Porque así podríamos tener un niño y una niña a la vez. — le sonrió — ¿Qué te parece? El niño podría tener los ojos castaños como los tuyos y la niña, verdes como los míos.

— Estoy totalmente de acuerdo contigo, querida Lizzie, pero admito que me gustaría más que ambos se parecieran a ti. — Elizabeth rio, pues conocía a la perfección a su esposo.

Darren siempre le había dicho a Elizabeth lo bonita que era. Liz era una muchacha de estatura baja y de contextura menuda, pero muy linda. Tenía los ojos verdes con unas pestañas largas y risadas, su cabello era tan negro como la noche y su piel era trigueña y tenía unas cuantas pecas sobre su rostro.

Elizabeth Silva siempre fue admirada y no sólo por su belleza, sino también por su inteligencia. Había hecho su carrera de enfermera por sí misma, no necesitando de la ayuda de sus padres y de su hermana mayor. Por otro lado, Darren Oliveira no se quedaba atrás, era un joven de 30 años, alto y apuesto; tenía el cabello negro y lacio y sus ojos eran castaños y amables. Antes de que se convirtiera en la pareja de Liz, ella supo que él era un hombre excepcional y no estaba en un error, verdaderamente Darren era un muchacho de ensueño.

No importándole ser 3 años mayor que su amada y amigo de la familia, se enamoró perdidamente de Liz — el resto de la historia ya la conocíamos — se enamoró tanto de ella que no le importó perdonarla y casarse con ella.

— Ya quiero que el día que nazca nuestro hijo llegue. — suspiró.

— Yo también, pero no con más ansias, Darren. Aún faltan 7 meses.

— Lo sé. — le acarició la cabeza y Liz parecía desvanecerse con cada una de sus caricias.

Cerró los ojos y se echó a dormir

El cielo y el destino parecían estar del lado de los dos muchachos, porque después de todo lo que habían pasado, ahora eran felices y esta vez nadie les arrebataría la felicidad de la que ambos gozaban. 

Amor Por VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora