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La casa Bangtan pasaba por momentos duros. Aunque nadie dijera nada, todos sabían de la depresión que abrazaba y envolvía a Yoongi. Los seis chicos estaban asustados y preocupados, pero nadie podía acercarse al mayor cuando estaba en ese estado.

Por eso, Jungkook había decidido simplemente quedarse al margen. Ahora, cada día se quedaba en el estudio que Hoseok tenía. Necesitaba despejar su cabeza de todo el estrés que llevaba encima. Suspiró al pensar en esa palabra. Estrés. Estos últimos meses había sido su mejor amiga y su compañera de viaje. Ni métodos de relajación, ni escribir, ni siquiera el ejercicio conseguía relajar aquella horrible sensación que lo llevaba al borde del abismo.

Y ahora, estaba frente a una melodía que había compuesto y quería cantar. Su voz era buena, tanto para el canto como para el rap, y todos lo sabían. Incluso él estaba seguro de ello. Pero ese día su voz salía mal. Salía llena de gallos y aguda. No conseguía encajar el tono con la canción.

Gruñó de frustración y golpeó la mesa. Cuando dicen que los maknae siempre se preocupan por sus hyungs no es mentira. Al menos, no en su caso. Pese a ser un chico alto y fuerte, era frágil. Demasiado frágil. Tanto que se convertía en una esponja que absorbía las sensaciones negativas a su alrededor. Y mucho más cuando se trataba de su familia. De Bangtan.

Por ese motivo, la fuerte depresión de Yoongi hacía estragos en él como si sus vidas estuviesen conectadas, y él sintiera todo lo que su mayor sentía. Y era horrible, más cuando se lo callaba todo, porque nadie podía saber aquella situación en su interior.

Nadie excepto Kim Seokjin.

Los labios fruncidos y resecos del menor enseguida se movieron para iluminar su pequeño rostro con una dulce sonrisa. La timidez que sentía su corazón hacía un rápido contraste con cómo se sentía tu cuerpo. Cuando estaba junto a su hyung, su corazón se movía como loco. Literalmente saltaba, chillaba y se retorcía. Pero su cuerpo se encendía como una cerilla. Reaccionaba por él como nunca antes había reaccionado con nadie.

Aún no sabía cómo se había enamorado de Seokjin, ni cuando lo había hecho. Solo pasó, y ahora no podía echarse atrás. Porque su corazón se negaba a renunciar a Kim.

Un par de toques en la puerta hicieron desaparecer todos sus pensamientos.

- Adelante.

La puerta del estudio de Hobi se abrió, y él esperaba ver al propietario de la sala aparecer por ahí con su cabello naranja siempre revuelto. Pero no, fue el dueño de su corazón.

- Seokjin...

- Jungkook-ah. ¿Estás bien? ¿Puedo pasar?

- Claro, entra.

Seokjin cruzó la puerta con una amplia sonrisa, cerrando justo tras él como si aquel encuentro fuese secreto. En esos tres segundos, Jungkook se dio el capricho de observar a su mayor desde su asiento. Llevaba (como siempre) una sudadera rosa pastel, que contrastaban fuertemente con ese pantalón tejano negro, el cual resaltaba sus largas piernas, algo musculosas. La vista del menor subió de nuevo por su cuerpo hasta pararse en sus labios.

Sus labios rosas. Suaves. Carnosos. Un beso dado a una rosa delicada. Con posible sabor a fresas, o tal vez a vainilla.

Sin querer, se relamió suavemente al momento que su vista bajó a su cuello. Un cuello masculino, con la nuez bien marcada, llamando a gritos más de una marca. La mente de Jungkook hizo uso de su imaginación, y los mostró a ambos en la cama, y él sobre el masculino pecho de su mayor, torturando su cuello y siguiendo a sus hombros. Sus anchos hombros y su perfecta espalda. Seokjin tenía la espalda perfecta para sujetarse a ella, arañarla y marcarla. Y besarla por la noche, esconderse en ella...

Ma raison est toi    | JinKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora