Capítulo 2

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La casa del mafioso nunca se había sentido tan lúgubre y triste como aquella noche, la iluminación era escasa debido a que su fuente eran solo un par de velas que colocó alrededor de su invitada especial de la noche, el mafioso se encontraba ante ella, arrodillado e intentando ahogar sus sollozos entre sus manos. Mordió su labio inferior tratando de reprimir su tristeza.

—Soy fuerte...—Murmuró para sí mismo— esto no me afecta —Intentó auto convencerse.

Alzó su rostro encontrándose con el origen de su llanto.

—Lo siento...—Fijó sus ojos en las frías gotas que se deslizaban también por su acompañante de la noche— No es por ti, es por mí... —Al no obtener respuesta sintió como su pecho se apretaba y lo obligaba a inspirar fuerte.

Se alejó un poco y, con el dorso de su mano se deshizo de las lágrimas. Cerró los ojos con fuerza y, en su mente creyó escuchar la voz de su acompañante de esta noche "No Chuya, no me dejes, puedo cambiar"

Chuya se puso de pie, con los puños apretados y habló con su voz aún más endurecida.

—Tenemos que tomarnos un tiempo...

Estuvo a punto de caer de rodillas de nuevo, a sus pies para pedirle disculpas las veces que fuesen necesarias y recalcarle que ella no había hecho nada, que todo era su culpa, que sentía herir sus sentimientos, cuando una molesta voz que no esperaba escuchar en su casa le impidió hacerlo.

—¿Se puede saber qué haces hablando con la botella de vino...?

Con el ceño fruncido se giró hacia su no invitado.

—¡Es una conversación privada! —El castaño rodó los ojos y pulsó el interruptor encendiendo las luces de la sala.

Chuya se acercó y acunó a su botella como si de su verdadero hijo se tratase, la resguardó en un lugar seguro y regresó a la sala donde estaba el castaño. No se molestó en preguntar cómo había entrado, Dazai tenía una costumbre muy fea de forzar las cerraduras con sus malditas e inseparables horquillas.

—¿Y bien? ¿Qué haces aquí? —Entró en la sala y apagó todas las velas.

—¿Qué crees que hago aquí? —Se adentró en la sala hasta que se detuvo frente al pelirrojo y con los brazos abiertos sonrió— ¡He venido a cuidar del pequeño Chuya!

Intentó abrazarlo, pero Chuya se lo impidió dándole una patada en el estómago y alejándolo.

—¿A quién llamas pequeño? ¿Y quién coño te ha pedido que me cuides?

Dazai tosió un par de veces intentando recuperar el aliento robado por la patada.

—Pero Chuuuya, no voy a dejarte solo en tu estado —Chuya iba a replicar, al encontrarse sin palabras apretó los labios y miró a su intruso con esa intensidad que solo él podía transmitir.

Parpadeó y cambió su rostro por una sonrisa.

—¿Ah, sí? ¿Has venido a cuidarme? —Preguntó inocentemente.

El castaño asintió no muy seguro de sí debería hacerlo.

—¿¡QUIEN QUERRÍA SER CUIDADO POR TI!?

Veinte segundos más tarde el castaño había sido arrojado por la ventana sin darle la oportunidad de hablar y mucho menos defenderse de alguna manera.

Se limpió el polvo de la ropa y se marchó decidido a volver a intentarlo por la mañana, cuando más vulnerable se encontraría el pelirrojo. Metió la mano en su bolsillo encontrando la nueva lectura que sustituiría durante los próximos meses su querida guía del suicidio.

Nueve Meses (Soukoku) [M-preg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora