Después de aquel día en la agencia, el tiempo que para Dazai siempre fue lento, comenzó a correr por primera vez.
Fue una semana más tarde cuando sucedió su segundo pecado como padres.
Dazai estaba en la habitación de la niña, sentado en una mecedora que Chuya había comprado siguiendo el consejo de la doctora Luz, el cual su hija recibió con los brazos abiertos. Tenía a la niña en sus brazos mientras se balanceaban e intentaba que la pequeña bolita —quien se había acurrucado contra el pecho de su padre— se durmiese.
El cambio que su Chibidi había dado de una semana para otra fue abismal. Pasó de estar llorando a cada segundo del día a llorar tan solo cuando esta quería avisarles de que tenía hambre, quería comer, que estaba molesta o había llegado la hora de limpiar su brillante culete.
Dazai miró a su hija, la cual estaba más interesada en chupar y babear su camisa que en querer dormir.
—Chibidi, tienes que dormir o va a venir el coco y te va a comer —La niña, en respuesta, estiró su pierna, dándole una patada a Dazai en el brazo— mira la mocosa —habló riéndose— igual que su papá, cada vez que digo algo que no os gusta me dais una patada.
La niña se llevó el puño a la boca, al parecer ya había babeado bastante su camisa y ahora le tocaba babearse ella misma.
Desistiendo de intentar dormirla, se levantó de la silla y la llevó a la cuna. La dejó con sumo cuidado, tratando de no hacerle daño ni en el cuello ni en la cabeza y le puso su chupete antes de que pudiese gritarle y decir su ya famoso "¡Ah!". Famoso porque Chuya la había grabado diciendo "¡Ah!" y había enviado el video a toda la gente cercana a ellos.
Dazai apoyó los brazos sobre la cuna y la miró con un cariño del que ni él mismo se creía capaz. La pequeña no había cambiado su modo de pensar, pero tanto ella como Chuya habían aparecido en su vida, sumándose a la agencia, como dos luces más, capaces de iluminar un poco la oscuridad que rodeaba su alma.
—Escucha mi niña...No creo que consiga ser un buen padre, me equivocaré más veces de las que lo haré bien, y seguramente acabes odiándome por ser una persona horrible, pero quiero que sepas...—Estiró su mano, acariciando su pequeña mejilla con su pulgar— que te quiero y voy a esforzarme mucho por hacerte feliz.
La niña escupió el chupete y comenzó a patalear con más intensidad mientras se reía. Dazai volvió a meter el chupete en su boca y se dispuso a marcharse hacia el salón. Antes de irse, se detuvo y le echó un pequeño vistazo.
—Voy a cenar y vuelvo, más te vale que sigas vestida cuando vuelva, pequeña exhibicionista.
Dazai salió de la habitación, dejando la puerta abierta para que pudiesen escuchar si la niña lloraba. Antes de entrar en el salón, se apoyó contra la pared y dejó escapar un suave suspiro. Su vida no iba a ser sencilla eso ya lo sabía, pero al igual que había prometido a Odasaku que salvaría a los huérfanos también le prometió a Chuya que se esforzaría. Y no tenía intención de romper ninguna de las promesas.
Excepto si algún niño o niña intentaba sobrepasarse con su hija, en ese caso, correría la sangre y nadie podría detenerlo.
Entró en el salón donde Chuya estaba poniendo los platos para la cena, mientras con su hombro y su cara estaba sujetando el teléfono móvil con el que estaba hablando. Sin inmiscuirse en la conversación, Dazai se sentó en la mesa y se dedicó a escuchar lo que hablaba Chuya.
—Yo pienso que es una buena idea —Hubo un silencio, donde la persona al otro lado de línea estaría hablando— Sí, sí, no te preocupes, le preguntaré a Dazai si tiene ese día libre de sus cosas de bicho raro y nos veremos allí —Otro silencio— pero tu reserva, seguro que puede. Sí, sí, venga nos vemos allí.
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Nueve Meses (Soukoku) [M-preg]
FanfictionCuando Chuya le dio la inesperada noticia solo lo hizo con animo de informarlo ¡No para que el bastardo vendado se colase de nuevo sin permiso en su vida!