Repetidas veces parpadeó hasta que su vista se aclaró lo suficiente como para poder ver el techo blanco de la habitación. Gracias a los únicos, leves e inconfundibles sonidos que se escuchaban en la habitación, no necesitó mirar a su alrededor para saber dónde estaba. Las maquinas fueron una confirmación en sí misma de que se encontraba en el hospital.
Usando la fuerza de su descansado cuerpo se reincorporó, al apoyar el brazo derecho hizo una mueca, un fuerte dolor recorrió su hombro y su pecho.
Introdujo dos dedos en el cuello de su camiseta, separándola de su cuerpo la distancia suficiente como para poder mirar en su interior y encontrar las dos heridas de bala tapadas bajo dos grandes gasas.
—Dazai.
El mencionado levantó la cabeza, encontrándose cara a cara con su compañero, quien, al igual que él, también iba vestido con la ropa de hospital.
—¿Chuya...? —Preguntó inseguro, después de todo, lo último que esperaba era que Chuya lo recibiese con cualquier tipo de alegría.
—¿Quién sería si no?
El más bajo le regaló la sonrisa llena de dientes que siempre lo había caracterizado y que estaba seguro de no haber visto en mucho tiempo. La sonrisa de Chuya siempre había sido contagiosa y por ello, notó como las comisuras de sus labios también se elevaban, había extrañado muchísimo no solo la presencia de Chuya, también el hacerlo reír.
Se prometió a sí mismo que si Chuya le dejaba volver a casa se esforzaría por hacerlo reír.
—¿Cómo te encuentras? —Le cuestionó el más bajo, sentándose de un salto en los pies de la cama del detective.
—Oye, cuidado con la niña Chuya.
Sus ojos recorrieron el cuerpo de Chuya, estaba muy distinto a como él lo recordaba, cara, piernas y brazos mucho más delgados y, cuando sus ojos cayeron sobre su estómago, su pecho se encogió al encontrarlo plano. Ignorando el dolor de sus heridas, saltó de la cama, poniéndose de pie delante de Chuya y pasando la palma de su mano por el estómago de este, notando que estaba completamente liso.
—¡CHUYA! ¿L-la niña? ¿Dónde está la niña? —El agobio lo hizo tartamudear y la tranquilidad del mafioso estaba tocando todos sus nervios.
Chuya inclinó su cabeza y le dio una sonrisa divertida.
—¿Qué niña? ¿Te has dado un golpe en la cabeza o algo?
—¿Cómo que qué niña? —Dazai apartó sus manos del cuerpo del pelirrojo, como si quemase— nuestra hija, nuestra niña.
—¿De qué me estás hablando...?
Dazai se mordió el labio, tratando de contener su ira ante la situación ¿Tanto la había cagado que Chuya se negaba a dejarlo a conocer a su hija? ¿Este era el castigo que iban a darle por no ser sincero? Dios, él quería...quería...
—Hey Dazai —El castaño soltó su labio y atendió al pelirrojo— Si tanto querías conocer a esa niña ¿Por qué has ido a esa cárcel sabiendo que morirías allí?
Un paso atrás no fue distancia suficiente para poner entre Chuya y él, no supo cómo había sido capaz de leer sus pensamientos, pero tenía claro que no le había gustado. La mente de Dazai era fría y compleja y, sobre todo, era un lugar donde nadie más podía acceder y encontrar sus debilidades.
Le tomó menos de un minuto llegar a una deducción lo suficiente lógica para él. Chuya era capaz de leerlo bien, pero le tomaba mucho más tiempo cuando hubo sentimientos de por medio. Eso solo le dejó una explicación posible.
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Nueve Meses (Soukoku) [M-preg]
FanfictionCuando Chuya le dio la inesperada noticia solo lo hizo con animo de informarlo ¡No para que el bastardo vendado se colase de nuevo sin permiso en su vida!