Sakura deseó disponer de las fuerzas necesarias para protestar. Tenía el pelo sobre la cara y los ojos ardiendo de rabia, pero le dolía el estómago y todos los huesos del cuerpo. Se habría ido encantada a la cama si esos dos tipos tan testarudos la hubieran dejado en paz. Aunque seguramente tuvieran razón en que debía ir al hospital, a juzgar por lo que le dolía bien podría tener algún hueso roto. Ahora sólo esperaba que su seguro cubriera ese segundo «accidente» en tan poco tiempo.
Cuando llegó el coche patrulla, Sakura cerró la puerta para no tener que ver cómo se llevaban a su padre, que seguía maldiciendo a gritos. Ya había ocurrido demasiadas veces, pero odiaba la idea de que todo el mundo fuera testigo de su decadencia.
—Voy a cambiarme — anunció con voz casi inaudible.
Sasuke la vio salir del salón y luego se metió las manos en los bolsillos y echó un vistazo por la estancia. Todo estaba muy viejo; lo único que tenía buen aspecto eran los libros, los cientos de libros que abarrotaban las estanterías, e incluso varias cajas que yacían apiladas en el suelo. Resultaba extraño que hubiera tantos en un lugar tan aparentemente pobre. También lo sorprendió comprobar que la mayoría de los discos eran de música clásica. Era curioso que una familia tuviera tantos libros y tan poco de todo lo demás. Se preguntó dónde estaría la madre. ¿Habría abandonado al padre y era por eso por lo que él bebía? Eso explicaría muchas cosas. Él sabía mucho de eso, su madre se había marchado sin volver la vista atrás cuando él y sus hermanos eran todavía muy pequeños.
Unos minutos más tarde volvió Sakura y, de no ser por la misma cara magullada, no habría podido reconocerla. Llevaba un suéter de lana beige, un abrigo también de lana, zapatos planos y un bolso que parecía nuevo. El pelo estaba recogido en un moño y en su rostro no había ni rastro de maquillaje.
— Aquí tiene el teléfono y la cartera de su hermano — le dijo dándole ambas cosas -. Se me olvidó dárselo al agente Nara.
Sasuke se quedó mirando dichos objetos mientras se preguntaba si se los habría devuelto si él no hubiera ido a su casa. No importaba lo que le hubiera dicho el agente Shikamaru Nara, él seguía sin fiarse de ella.
—Vamos — dijo fríamente -. Tengo el coche fuera.
Ella titubeó un instante, sólo lo que tardó en admitir que realmente necesitaba que la viera un médico.
Para su sorpresa, Sasuke le abrió la puerta del coche y esperó a que ella entrara con galantería. Una vez dentro del vehículo, le resultó extraño encontrarse rodeada de tal lujo. Pero claro, su hermano Izuna era el Fiscal General, Sasuke era el propietario de un rancho y, por como iba vestido, estaba claro que también Itachi tenía una posición acomodada. Definitivamente, era una familia muy rica. También entonces entendió el malentendido de la noche anterior, cuando Sasuke la había tomado por lo que no era.
Permaneció en el incómodo silencio, seguía aplicándose hielo sobre los golpes con la esperanza de que eso evitara al menos parte de la inflamación. Sin embargo no había manera de impedir que le doliera tanto.
—Hace unos años recibí un golpe en la cara durante una pelea -dijo Sasuke de pronto con voz muy grave —. Recuerdo cuánto dolía, así que lo tiene que estar pasando usted muy mal.
Sakura tragó saliva intentando no dejarse llevar por las ganas que tenía de llorar. Cada vez se refugiaba menos en el llanto, era un lujo y una debilidad que no podía permitirse.
Él la miró confundido.
—¿No dice nada?
-—Gracias por llevarme al hospital - dijo con gran esfuerzo.