— ¿Piensas venir o qué?
— ¿De qué hablas, alíen? Me despertaste y espero que tengas una muy buena excusa.
— ¿Cómo que de qué hablo? Llevó parada en la puerta del edificio desde las 10 de la mañana. Se supone que deberías de estar aquí hace más de 3 horas, Luke.— debo de admitir que odiaba que siempre hiciera lo mismo.
— Perdón~ lo olvide, ahora mismo salgo para allá.— se escuchó muy claro como revoleaba cosas en su cuarto.
— Claro que no, ni te dignes en aparecer. Nos vemos mañana.
Colgué la llamada furiosa, harta.
— ¿Problemas en el paraíso?
Aparté mi vista de mi teléfono y me concentré en aquella voz, pero que sorpresa.
— ¿Me estás siguiendo? — guardé el móvil en el bolsillo trasero de mi short mientras lo observaba.
— Oh, no. Am... vivo aquí.
Lo miré con sorpresa y rareza a la vez.
— ¿Piso? — crucé mis brazos.
— 3°B a tus órdenes.— hizo una reverencia algo chistosa.
— No puede ser.— ladee la cabeza.— Ese departamento está en venta desde que vivo aquí, hará...— desvié mi mirada de su rostro y la enfoque en la nada mientras calculaba mi tiempo de estadía en el edificio.— unos 2 años y jamás se vendió.— volví mi vista a su rostro.
— ¿Cómo lo sabes?
— Soy del 3°A.— hablé algo obvia.
— Ah, ¿Tú eras la de la música en la mañana? — me miró con una ceja alzada y una mueca de diversión.
Por dios, que vergüenza.
— ¿Ah? ¿A qué hora llegaste? — sentía como mi cara poco a poco comenzaba a arder.
— Como a las 8 o por ese horario, ya sabes, temprano.— sonrió de tal forma que sus ojos se convirtieron en pequeñas líneas.
— Adam.— lo señalé.— ¿Cierto?
— Así es, chica.— rió.— ¿Ibas a alguna parte?
— Exacto. Iba.— resoplé al recordar a Luke.
— Y~, ¿Qué harás ahora? — me observó.
— Supongo que volveré a mi departamento a morir atragantada de helado viendo películas estúpidas.— encogí mis hombros.
— Bien pues... ¿Subimos? Yo igual voy a mi apartamento.— volvió a sonreír, que sonrisa.
— Claro, después de todo eres mi vecino.
Voltee y me adentré en el edificio.
— Oye.— llamó mi atención mientras caminábamos hacia las escaleras.— ¿De verdad te atragantaras de helado? — me miró divertido.
— Oh, no, claro que no. No tengo helado y me da flojera ir a comprar.— él soltó una pequeña risa.
— Acabo de comprar un poco, podemos ver alguna película y engordar juntos, ¿Qué te parece? — levantó un poco la bolsa, lo suficiente para que viera su contenido.
Paré en seco y lo miré.
— Por favor.— reí sarcástica.— Primero, casi ni te conozco. Segundo, que mal ligue el tuyo.— volví a lo mío, subir las escaleras.
Se quedó atrás algo... ¿Atontado? ¿Qué? ¿Nunca le rechazaron una invitación o yo fui demasiado dura?
Llegué frente a mi apartamento y descolgué una tira de mi mochila para sacar las llaves de éste.
— Dime que no soy el primero al que rechazas tan cruel y directamente.— llegó algo agitado al lugar.
— ¿Ah? No, no eres el primero supongo.— rodee los ojos sin mirarlo.
— ¿Solo lo dices para dejarme tranquilo o es mi impresión? — se agachó frente a mí para que viera su cara.
— ¿Desde cuándo imprimes? — lo miré de reojo y volví a buscar mis llaves.
— Tomaré eso como un sí pero no quiero decirlo porque soy bien cool.— saqué mi llavero de la mochila y dirigí mi mirada hacia su rostro.
— Si aja, lo que digas.— lo corrí y abrí la puerta.
— Permiso.— se adentró en el departamento como quien por su casa.
¿Es enserio? ¿Cree que me agrada o qué?
— Agradecería que te fueras.— le sonreí irónica mientras entraba.
— Oh, vamos. No tengo nada mejor que hacer.— se tiró en el sillón.
— ¿Quieres que llame a la policía? — me crucé de brazos mirándolo desde la puerta ya cerrada.
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La chica de la cinta negra.
Teen Fiction- Oye, tú.- una voz nada familiar sonó en mis oídos.- Tú, la chica de las flores en la cabeza.- me voltee lentamente para ver a un chico castaño de ojos cafés. - ¿Me hablas a mí? - pregunté. - Sí, verás...- dudó un poco.- esos chicos de allá, - seña...