— ¿Qué clase te toca?
— Tengo hora libre, el profesor de inglés faltó así que me iré a la piscina un rato.
— Voy contigo, pensaba irme a mi casa pero sabiendo que mi padrastro volvió de su viaje prefiero estar aquí.— rió.
— ¿Aún se llevan mal? Creí que ya lo habían superado.
— Pues no. Aún sigue metiéndose mi vida. Molesto~ — canturreo.
— Deberías de dejar de hacerte problemas por él. Sólo intenta ser un buen padrastro y ya.— hablé obvia.
— Que "intente" — hizo unas comillas.— ser mi padrastro sólo lo hace más molesto de lo que es.
— Ya verás que todo cambiará en un futuro.
— De verdad no entiendo cómo puedes estar esperando lo mejor de todos siempre. No todas las personas merecen oportunidades.— hizo una mueca.
— En eso concuerdo, pero aún así tendrás que aceptarlo. Después de todo es el esposo de tu mamá.— metí mis cosas en mi casillero.— Además no es tan malo. Mira, si quieres puedes venir a mi casa hoy, te quedas a dormir, luego vienes de nuevo a la escuela y después de una gran meditación sobre el problema te vuelves a tu casa.— alcé mis cejas.
— Me parece el mejor plan de lunes por la noche. Yo pago la cena.— me guiño un ojo.
— Ya ahora, vete a cambiar quiero entrar a la piscina.— hice un puchero.
— Ya voy, ya voy.— se fue a los vestidores.
Me dispuse a entrar al vestidor de mujeres, me cambié y salí rápidamente de allí. La piscina era algo que me desestresaba luego de exámenes o entregas finales. Tengo que admitir que me la pasaba bien en este lugar, la mayoría del tiempo que gastaba aquí se debía a dos razones, querer estar sola y pensar o básicamente nadar. Generalmente era la segunda puesto que la primera sólo pasaba de vez en cuando.
— Bien alien, ya estoy listo ¿Carreritas?
Sin contestarle me eché a correr hacia el borde de la piscina.
— No vale, ¡Eso es trampa! — volteé a verlo.
— ¡No es trampa si yo gano! — sonreí y me lancé al agua.
Sin pensarlo Luke se tiró a mi lado. Rápidamente lo atrape y hundí un poco.
— ¡Ya! — me salpico en la cara.
Nos miramos unos segundos y luego nos echamos a reír. Verdaderamente no me la pasaba tan bien con nadie cómo con él. Comenzó a flotar boca arriba totalmente relajado, por mi parte me fui a nadar.
La piscina era lo bastante amplia como para que la mayoría del alumnado entrara en ella. Hoy no había nadie, esto se debe a dos motivos, el primero es que la mayoría está en exámenes y el segundo es que cuando hay hora libre se van a pasear por la ciudad por lo que no queda casi nadie dentro del colegio.
— Pero miren a quien tenemos aquí.
Unos brazos demasiado fuertes para mi gusto me atraparon.
— Sueltame.
— No quiero.— me volteó de un instante al otro quedando frente a frente.
Lo empuje muchas veces tratando de alejarlo, pero como resultado solo obtuve un golpe en mi espalda producto de un empuje hacia la pared de la piscina.
— ¡Ah!
— Dijo que la soltaras, imbécil.
— No te metas, Evans.— su mirada se mantenia fija en mí.
— ¿Acaso eres sordo? — no sé de donde habrá salido esa fuerza, pero logró separarlo de mí.— ¿Estás bien enana?
Lo único que pude hacer fue asentir. Mi espalda dolía casi de una forma anormal. Luke se puso frente a mí cubriendome por completo.
— ¡¿Qué te pasa, Evans?! Deja a mi chica.— tengo que admitir que su grito me asusto.
— No es nada tuyo, Andrew. Entiendelo. No quiere estar contigo, ya dejala en paz.— habló lo más pacífico que pudo.
— No me dejarás tan fácil, preciosa. Te estaré vigilando.— dicho eso nadó hasta la escalera y salió de la piscina.
— Es un idiota.
Luke no le quitó la vista de encima hasta que se fue el establecimiento y debo de decir que yo tampoco.
Se preguntarán, ¿Quién es Andrew y por qué me trata así? Verán... es un año mayor que yo y básicamente se obsesiono conmigo hasta tal grado de seguirme a todos lados y en todo momento, una vez me siguió hasta mi apartamento y hasta quiso entrar, obviamente no lo dejé. Él no me da miedo pero si me incomoda muchísimo. Todo comenzó cuando me invitó a salir, yo nunca fui a relacionarme con la gente mucho menos con los chicos por lo que rechace su propuesta, algo que se ve que le sentó muy mal y por lo que aún me persigue.
Debe haber por lo menos unas 400 chicas más en la escuela y aún así se empeña en molestarme a mí, no lo entiendo.
ESTÁS LEYENDO
La chica de la cinta negra.
Genç Kurgu- Oye, tú.- una voz nada familiar sonó en mis oídos.- Tú, la chica de las flores en la cabeza.- me voltee lentamente para ver a un chico castaño de ojos cafés. - ¿Me hablas a mí? - pregunté. - Sí, verás...- dudó un poco.- esos chicos de allá, - seña...