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— Es hora de irme.— se levantó del sofá.

— ¿Ya~? — lo miré.

— Si ya.— tomó sus llaves de la pequeña mesa frente al mueble.— Nos veremos mañana, tranquila.— se agachó y besó mi frente tiernamente.

— Está bien.— me levanté y lo acompañe hasta la puerta.— Hasta mañana.

— Hasta mañana, alien.— revolvió mi pelo y se fue.

Cerré la puerta y me dirigí a mi habitación pero el sonido del timbre interrumpió mi paso.

— ¿Y ahora que olvidaste? — abrí la puerta.

— Nada.— entró, otra vez como quien por su casa.

— Te recuerdo que tu casa está al lado.— crucé mis brazos.

— Te recuerdo que son las 5.— apuntó su reloj.

— Nunca acepté salir.— rodé los ojos.

— Y yo te dije que a las 5 estaría aquí.

Bueno, al menos él si cumplía lo que decía.

— Adam, fuera.

— Ven conmigo. Por favor.— hizo un puchero muy raro.

— Eres pesado, demasiado.— cerré la puerta.— No pienso moverme de aquí, hazte a la idea.

— Por mí bien, solo quiero conocerte, da igual donde sea.— se adentró más en el lugar y se sentó en el sofá.

— Primera cosa que debes saber sobre mí.— me acerqué a él.— Me gusta tener mi espacio cuando no existe la confianza.

— Entendido, linda.

— Segundo, nada de palabras bonitas, al menos no hasta que tengamos confianza, si es que la quiero tener.

— Lo último me dolió.

— Tercero, no me importa si te ofendes por algo que digo, soy totalmente directa y sincera, si algo no me agrada te lo haré saber sin vacilar.— me senté a su lado, aún conservando la distancia.

— Bien, primero.— me imitó.— Me gusta tu actitud, demuestra que no te llevas bien con todos lo que te hace deseable la verdad. Segundo, ganaré tu confianza, estoy seguro. Tercero, soy alguien sumamente agradable así que no temas darme tu aceptación.— me sonrió.

¿Deseable? ¿Qué?

— Vas enserio, me impresionas.

— Desde luego, no me gustan los rodeos.— hizo una mueca de superioridad.— Y~ ¿Qué es de tu vida? ¿Qué haces actualmente?

— Trabajo y estudió.

— ¿Dónde estudias? — me observó detenidamente.

— En la universidad de Economía y Administración. 

— ¿De verdad? Yo también. ¿Año?

— Tercer año.

— Oh, yo voy a cuarto año.— bajó la mirada desilusionado.— Que pena. ¿Y dónde trabajas?

— En una cafetería, Skates and Wheels.

— ¿Es esa en la que las camareras usan patines?

— La misma.— sonreí.

— Escuche de ella, iré a visitarte en estos días.

— Si quieres.— me encogí de hombros.

La chica de la cinta negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora