No te pertenecen.

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Te di mi mechero aquella noche de verano sentada en tu terraza.
Te entregue mis miedos
y tú jugaste con ellos a tu antojo.
Te di mi piel y la rasgaste después de haberla acariciado.
Me dejaste sola bajo el porche.
Incluso la Luna,
mi fiel, bella y blanquecina compañera,
se había ido.
También te la llevaste tú.
Te di mi fuerza,
que ahora es tuya
y utilizaste para destruirme.

No te volvería a dar fuerzas para destruirme.
Ya no.

La última florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora