Un grito desesperado.

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No podía vivir sin ti.
Mentira.
Pero tampoco quería hacerlo.
Cada canción me destrozaba
porque todas sonaban cómo tú.
En cada verso me rompía y agrietaba
porque era incapaz de escribir sobre algo que no fueras tú.
Cada silencio me hundía bajo mi abultado sofá
porque en ellos podía oír tus susurros.
Destrozada,
rota,
hundida
y seguramente ahogada por todas las palabras que estaban en mi garganta y nunca salieron a flote
le grité y supliqué al olvido
en lo alto de una cornisa
que se llevara tu recuerdo.
Y aunque no me hizo caso
yo reservaba un poco de amor propio,
lo demás se lo llevo esa estúpida canción
y
tú.

La última florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora