25. Un día de paz

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Todos los personajes pertenecen a J. K Rowling, aunque haya hecho unos pequeños cambios...

— o —

¡¡¡¡¡Holaaaaaa!!!!

Aquí os dejo un nuevo capi...

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Y tras el desastroso mes de Noviembre, llegó Diciembre trayendo consigo el gélido invierno. Los alumnos pasaban ahora las horas libres en sus salas comunes, resguardándose del frío frente a la acogedora chimenea.

Algo que les vino muy bien a Los Guardianes, ya que desde lo ocurrido en el torneo de duelos, la mitad de los alumnos acusaban a Harry de ser el heredero de Slytherin.

Por suerte, la mayoría de los Gryffindor no creían al ojiverde capaz de dañar a ningún alumno. Por eso, habían permitido que su buscador estrella pudiera hacer de la sala común de los leones, un centro de reuniones para recibir a sus amigos Guardianes, evitando así tener que reunirse en algún lugar más público, y enfrentar al resto del alumnado que prefería creer en estupideces.

El primer viernes del mes, a última hora de la tarde, Charlie se encontraba en la lechucería, haciendo tiempo hasta que llegase la hora para irse a su cita con Bill.

Era misma cita de todos los viernes, donde los hermanos mayores Weasley, se encontraban en Hosmeade para cenar y también para ponerse al día.

El ojiazul acariciaba a Hedwig, de manera distraída, absorto en su mayor preocupación: el buscador de Gryffindor.

Charlie llevaba días estrujando sus neuronas, pensando en una manera de animar a Harry.

Sentía que su alma se desgarraba cada vez que veía la carita triste y preocupada de su pequeñajo, odiaba verlo caminar cabizbajo por los pasillos.

Al ojiverde había dejado de interesarle si Tom Riddle había abierto la cámara hacía cincuenta años; lo único que le importaba era averiguar quién la había abierto esta vez.
Y parecía que había vuelto a obsesionarse, como había hecho el año anterior con Nicolas Flamel.

El pelirrojo estaba demasiado ensimismado en sus pensamientos, como para darse cuenta que alguien lo observaba desde la puerta.

— Parece muy preocupado, señor Weasley... — habló una voz a su espalda.

— Director... Buenas noches... — saludó el ojiazul, un poco avergonzado por haber sido agarrado tan ensimismado — Yo bueno...

— ¿Puedo ayudarlo en algo? — se ofreció Albus, leyendo en sus ojos el motivo de su angustia.

— N-no lo creo... — negó con la cabeza, el ex cuidador de dragones.

— Espero que su respuesta no implique que se ha rendido... — deseó el ojigris, notando la impotencia de el ex buscador.

— Claro que no, encontraré la manera... — aseguró Charlie, frunciendo el ceño en un característico gesto de tozudez.

— ¿Por qué no me acompaña a contemplar la despedida del sol? Tal vez el tenga una respuesta para usted... — propuso el director, tratando de animar a su desolado y preocupado profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas.

— ¿Por qué no? — suspiró el pelirrojo encogiéndose de hombros.

Fawkes llegó volando, mientras los dos magos caminaban hacia el lago, y se posó en el hombro de Dumbledore.

UN REGALO PARA HARRY: Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora