NIDO DE BUITRES

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CAPITULO IX


Impulsado por la motivación que me contagiaba el señor Leonardo decidí presentarme ante el circo con la intención de ser parte de él. Por lo menos el tiempo que estuviese allí. No sabía exactamente como lograba contagiarme su alma de infante pero lo hacía.

Al inicio fue casi escéptico pero aceptaron darme una oportunidad. Ninguno de esos dos chicos había mencionado algo al respecto de que ya me conocían pero si podía notar que estaban analizando cada movimiento de mí y del hombre que me acompañaba.

Como cuando me aplaudieron para hacer la prueba, momento dónde el señor Leonardo me aplaudía lleno de emoción y alegría por mí. Noté que uno de los chicos le dijo al otro algo al oído.

-Bienvenido. –Dijo un fuerte hombre que me recibió con una cierta expresión que no me dio confianza del todo. Y sonreí más por formalidad pero había un ápice de escepticismo en toda la confianza que quería brindarme.

 Y sonreí más por formalidad pero había un ápice de escepticismo en toda la confianza que quería brindarme

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Lo que más llamó mi atención fue que entre los ensayo el pasado jamás salió a relucir. Y eso me preocupaba por momentos creía que me estaba mortificando más de lo necesario.

Era el aplauso del señor Leonardo que me iba a buscar en la noche después de la funciones lo que me brindaba tranquilidad y algo de seguridad a mis días.

Entendí con el tiempo que a veces los sextos sentidos tienen que ser escuchados. Y que faltar a la palabra tenía su propio peso.

-¿Qué harás cuando el circo se vaya Connor? –preguntó el maestro mientras caminábamos por el costado del riachuelo.

-No lo sé, había planeado irme con el circo por un tiempo hasta encontrar el famoso circo Malevor. Pero nadie sabe nada de él y tal vez tenga que empezar a aterrizar.

-¿Entonces te irás?

-Es lo que hacen los artistas de circo, irse con ellos. Lo extrañaré señor Leonardo fue agradable tener a alguien con quien hablar sin tapujos de libertad y sueños tontos.

-Eres un artista Connor. Lo artistas son amante de los sueños.

-¿Eso es un poema?

-No, claro que no. Pero algún día tendrás tu propio poema es una promesa.

-Le cobraré la palabra señor Leonardo. –Pateé las piedras acompañados del sonido del río a nuestro costado en una calle vacía por la hora de la madrugada en que mis pies avanzaban contra el asfalto.

Yo me senté contra el pequeño muro de piedra al costado del rio, mientras el profesor parecía querer decirme algo, algo que estaba acallado en su boca bajo la barba semi cortada.

ICARUS, ALAS A LA LUNAWhere stories live. Discover now