Cuando uno se enamora las cuadrillas del tiempo hacen escala en el olvido, la desdicha se llena de milagros, el miedo se convierte en osadía y la muerte no sale de su cueva.
Enamorarse es un presagio gratis, una ventana abierta al árbol nuevo, una proeza de los sentimientos, una bonanza casi insoportable y un ejercicio contra el infortunio.
Por el contrario desenamorarse es ver el cuerpo como es y no como la otra mirada lo inventaba, es regresar más pobre al viejo enigma y dar con la tristeza en el espejo.