Y al llegar la noche solo me quedo susurrarle que era el amor de mi vida, mi mente no encontraba otra forma de agradecerle por todos aquellos besos llenos de locura y pasión.
Tomarla de la mano era el mejor pasatiempo, y su tierna sonrisa convertia mi existencia en simples notas musicales.
Su silueta se desvanecia con el latir de las estrellas, y mis palabras no fueron suficientes para describir la majestuosidad de aquel momento de divina fantasía.