Al verla supe que era el fin de mi mundo, su sonrisa radiante y su bella mirada incrustaron dardos tranquilizantes en mi cuerpo indiferente.
No supe diferenciar la realidad desde ese entonces, todo lo que veía y sentía formaba parte de una historia de pasión, sus manos tocando mi cuerpo se convirtieron en mi debilidad y, poco a poco conocí el nectar de lo divino.
No fuimos capaces de aislarnos por un segundo, sentiamos que estabamos conectados con el más fino hilo.
Al pasar el tiempo nuestras miradas fueron destinandas a divagar por el mismo sendero y nuestros cuerpos a sentir el mismo deseo de amor y pasión.
No escogimos esto, no elegimos este camino. Fuimos engañados por el más ágil sentimiento, el se adueño de nuestros cuerpos y como el màs fino depredador cazo hasta la última gota de rebeldía y decepción.