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  — ¿Por qué sigues tú, poniendo por qués?— cuestionó acercándose más a mí, marqué mi distancia— eres una chica extraña. 

Lo sé, vamos Romeo di que ya no te gusto. Apuesto a que solo era una broma. 

— Regularmente lo soy.

Le regalo una sonrisa, me compongo y doy el primer paso para salir de ahí. Por alguna razón no me siento de buen humor.

— No dije que eso me disgustará. 

¿Cómo debo tomar eso? 

— Perdón, no te estoy entendiendo. 

— Me gustas, ¿recuerdas?— me apunto a mi misma como retardada, es la segunda vez que lo dice. 

La segunda vez.


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