La distancia entre nosotros crecía, y crecía y crecía

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Los que convivían con Tony Stark sabían perfectamente que en esas ocasiones en las que el excéntrico genio se entregaba por completo a su trabajo este tendía a perder la noción del tiempo; ya podía ser plena madrugada que Tony se habría olvidado completamente de que se suponía que tenía que comer o dormir para subsistir.

En noches así hacía que falta que Steve Rogers, paciente, apareciera por el taller para obligarle a alimentarse o directamente para arrastrarlo de nuevo hacia la cama (algo a lo que Tony no ponía demasiadas objeciones, por supuesto).

Pero era un hábito que Tony había ido controlando con el tiempo, también había que decir. Pasarse la noche en vela trabajando ya no le resultaba tan atrayente como antes cuando la alternativa era pasarla en brazos de su precioso marido. Así que cada vez era menos habitual que Steve se despertara en plena madrugada y su esposo no estuviera a su lado.

Lo que sí era totalmente inusual era el caso contrario: que Tony se despertara y Steve fuera el que se hubiera ausentado sin avisarle.


Tony se incorporó en la cama, refregándose los ojos, y consultó la hora: las dos y media. El lado de la cama de Steve estaba frío, y la habitación demasiado silenciosa para su gusto; ahora que Gladstone era un poco más mayor ya no dormía con ellos a excepción de las noches de tormenta, y a Tony le costaba más conciliar el sueño si no oía la familiar respiración de su Steve.

Apartó la colcha a un lado y apoyó las plantas de los pies en el suelo.

—¿FRIDAY? ¿Me puedes decir dónde está Steve? —le preguntó a su inteligencia artificial con voz rasposa.

—El señor Rogers está en la sala de entrenamiento, señor.

¿A estas horas?, se extrañó Tony. Sin molestarse en calzarse se puso en pie y se encaminó hacia allí.

Steve estaba atacando el saco de boxeo como si este fuera el causante de todos sus males. Tony se apoyó en la pared junto a la entrada, mirando casi hipnotizado cómo los puños de su chico golpeaban la tela una vez tras otra con sorprendente furia, tanto que Tony se maravilló de que el saco todavía estuviera de una pieza, pese a haberlo diseñado él mismo a prueba de supersoldados. La camiseta de deporte de Steve estaba empapada de sudor; era evidente que ya llevaba un buen rato con ello.

Por fin Steve paró y apoyó la frente en el saco que sostenía con sus manos, respirando ruidosamente. Tony aprovechó el momento para acercarse a él, pronunciando su nombre para hacerle saber de su presencia, aunque no pudo evitar sobresaltarle.

—Oh. Tony. No quería que te despertaras, lo siento —le dijo, con expresión de culpabilidad.

—Siempre duermo más inquieto cuando no estás en la cama, ya lo sabes —le recordó. Escudriñó su rostro y lo que vio en él le preocupó—. ¿Qué tienes?

—No es nada, solo un poco de insomnio —le contestó, fingiendo normalidad. Intentándolo, al menos, porque a Steve se le daba fatal eso de disimular cuando le pasaba algo. Tony sacudió la cabeza.

—Creo que el saco de boxeo no opinaría lo mismo. Cuéntamelo.

Steve suspiró. Cogió una toalla y se limpió el sudor de la cara. Luego se la quedó mirando como si allí esperara encontrar las palabras adecuadas.

—Realmente no es nada —repitió, medio encogiéndose de hombros. Antes de que Tony protestara, añadió—: Nada concreto. Es solo que ya llevo unas cuantas noches despertándome agitado, y no me quito esta sensación de encima, como si...

[Avengers Fic Stony]  Universos InfinitosWhere stories live. Discover now