Je t'aime, oh oui je t'aime

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Dieciocho meses antes

Steve se sentía ebrio. Colocado. Intoxicado... de puro amor.

Porque estaba en París. En su luna de miel. Recién casado con el amor de su vida, con el hombre más increíble del mundo entero, con Tony Stark. Su MARIDO Tony Stark. Dios, cada vez que pensaba en él en esos términos docenas de enérgicas mariposas revoloteaban extasiadas por todo su estómago.

Y sí, era probable que su entusiasmo fuera un poco exagerado, Tony ya se estaba empezando a hartar de su insistencia en cantar Je T'aime... moi non plus cada noche en la cama, pero a ver, era su luna de miel, uno de los momentos más felices y románticos de su vida, algo que solo iba a vivir una vez, era normal estar tan exaltado, ¿no?

La mujer de la cafetería se acordaba de ellos.

Se sentaron en la misma mesa de la otra vez, a pie de calle, y a la dueña se le iluminó la cara al reconocerlos. Les dijo que se alegraba mucho de volver a verlos y después de servirles unos cruasanes que seguían estando igual de ricos y unos cafés con leche se sentó a charlar un rato con ellos.

—Me dice mi marido que son celebridades —les explicó. Por su expresión dubitativa ella seguía sin tener ni idea de quiénes eran.

—Sí, podría decirse que sí —convino Steve.

—¿Actores? —sugirió la mujer.

—No, señora. Superhéroes —contestó Tony. Ella los miró confusa, probablemente pensando que eso de los superhéroes eran cosas de jóvenes que ella no iba a entender nunca. Finalmente sacudió la cabeza, como decidiendo que en realidad le daba lo mismo una cosa que otra.

—Guapos como actores de cine —afirmó—. Un honor servirles otra vez.

—Oh, no, el honor es nuestro —le dijo Steve—. En cuanto decidimos volver a la ciudad dijimos que una de las cosas que teníamos que hacer sin falta era venir de nuevo a desayunar aquí, ¿verdad, Tony?

—Desde luego. ¿Cómo no íbamos a volver a la cafetería regentada por la mujer más guapa de todo París y que además cocina unas pastas para chuparse los dedos? —lo dijo con su sonrisa más encantadora, aleteando sus párpados seductoramente como solo él sabía hacer; el rubor tiñó las mejillas de la parisina al instante.

—Ay. Qué hombre más flatteur. —Hizo un gesto de vergüenza con la mano—. Halagador. De los que hay que conservar —se dirigió a Steve. Este sonrió abiertamente y le mostró la alianza en su dedo.

—Bueno, sí, esa es la idea —admitió, pensando en lo feliz que era de estar viviendo en una época en la que podía gritar algo así a los cuatro vientos.

Mon die. ¿Están en su lune de miel? —preguntó ella con expresión encantada. Steve y Tony se miraron cálidamente y asintieron—. Más honor aún. Me trae memoria de mi boda con mi marido, hace ya tantos años.

Steve recordó cómo la otra vez deseó tener algo así, una vida en común larga y dichosa junto a su amor.

—¿Algún consejo para que nuestro matrimonio sea tan duradero como el suyo? —le preguntó. Ella miró del uno al otro y les dedicó una sonrisa.

—No creo que necesiten consejos —afirmó—. Díganme, su boda, seguro fue romántica hasta decir basta. Cuéntenme detalles, ¿sí?

Eso es lo que hicieron.

Antes de despedirse le prometieron que volverían a desayunar allí y ella esta vez les regaló una bolsita repleta de galletas de colores que tenían una pinta buenísima.

[Avengers Fic Stony]  Universos InfinitosWhere stories live. Discover now