13.

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Daniel.

-Hijo es hora de que te levantes. –La voz de mamá se oía cansada, sacudía mi hombro suavemente. –Vamos, no me hagas renegar, estas grande para eso. –Se alejó, corrió las cortinas, la luz inundó mi habitación y cubrí mis ojos.

-Mamá, por favor. –Protesté. –Es sábado. –Mis ojos seguían cerrados pero juraría que estaba reprimiendo una risa.

-Sí y es ahora de comer. –Se acercó y se sentó en mi cama. – ¿Cuánto más quieres dormir?

-¿Enserio? –Me incorporé y refregué mis ojos. –Parece más temprano. –Bufé. Me quede sentado en silencio por unos minutos, mamá nunca me venía a despertar supongo que se habrá preocupado por... un momento. – ¿Por qué no fuiste a trabajar?

-Bueno, tu padre no está bien. –Desvió su mirada hacia la ventana. –No podía dejarlo así, no estaría tranquila... -Volvió a verme. –... ya sabes.

-Oh. –Asentí lentamente. ¿Qué haría ahora? ¿Fingir ser un hijo normal? No soy normal, no soy del todo feliz, no sé cómo tratar a mi padre, no sé cómo ser normal con ellos. No podía decirle eso a mi mamá. –Bajo en un momento. –Ella asintió y salió de la habitación.

Cuando llegué a la cocina, la mesa estaba servida y mis padres me estaban esperando. Me sentía realmente extraño, toda la situación me parecía extraña, había un silencio cubriendo la mesa que era interrumpido por los cubiertos sobre los platos. Mi padre tenía una mirada cansada y mamá una mirada compasiva acompañada con ojeras, ambos me miraban de vez en cuando como si quisieran iniciar una conversación y el primero que lo hizo fue papá.

-Y qué tal la ciudad ¿Te gusta? –Me miro insistente esperando una respuesta. Lo observé algo nervioso. – ¿Ya tienes amigos?

-Sí, es una linda ciudad con mucho por recorrer. –Sonreí algo tenso. –Claro, ya hice amigos.

-Bien, me alegra que te guste hijo. –Sonrió. –Nosotros hacemos todo para darte lo mejor. – <<Menos un familia, lo material no da cariño>> -Tienes que presentarme a tus amigos uno de estos días, ahora que pasaremos unas semanas...

- ¿Unas semanas? –No pude ocultar mi sorpresa al pronunciar esas palabras. Papá me miró extrañado. – ¿Co... cómo que unas semanas?

- ¿Qué te ocurre hijo? – ¡Se quedaría unas semanas! Le tendría que decir tarde o temprano. –Quiero pasar tiempo con ustedes ¿Acaso no te alegra? –Tomó la mano de mamá y sonrió.

-¡Claro que me alegra! ¡Me pone muy feliz que estés acá! –Hablé rápido y con una enorme sonrisa.

-Bien, entonces... ¿Cómo se llaman tus amigos? –Estaba preocupado ¿Debería hablarle de Jack como si fuera mi amigo? Es decir, Jack vendría hoy a buscarme ¿Notaría que realmente no somos amigos?

-¿Cómo se llaman? –Repetí para mí mismo.

-Hijo, deja de actuar extraño. –Su tono sonó algo elevado pero rápidamente lo corrigió. –Estas raro ¿Qué ocultas? ¿Drogas, alcohol, cigarrillos, marihuana?

-¿Qué? No, nada de eso. –Hablé rápido. –Creo que todavía estoy algo dormido... sí, eso debe ser.

-Podes hablar conmigo, Daniel. –Me miró. –Te dejaré hablar cuando tengas ganas de hacerlo. –Asentí. Luego de ayudar a mamá con los platos subí a mi habitación tumbándome en la cama dejando que mi mente viaje a diferentes mundos y laberintos en donde mis pensamientos podían ser libres o ser atrapados, donde mis pasos se tornaban oscuros o se iluminan, donde mis sentimientos fluían libremente encajando con los de alguien más. Creo que Jonah tiene razón: mi mente es una máquina.

El chico de rulos (Jackniel) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora