Por siempre.

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Narrador omnisciente.

14:00 pm.

La madre de Daniel llegó al límite de la preocupación debido a que él tardaba demasiado. Subió las escaleras y dio leves golpecitos en la puerta.

-Daniel, hijo. –Llamó nerviosa. –Cariño... ¿Estas bien? –Su voz estaba cargada de preocupación, puesto que no recibía respuesta. Volvió a golpear de manera insistente, pero seguía sin respuesta. – ¡Daniel, si esto es una broma no es divertido! –Gritó mientras forcejeaba la cerradura para poder abrir. La desesperación la llevó a las lágrimas. Comenzó a patear la puerta para abrirla, pero no hubo caso. – ¡Tom! ¡Tom, por favor, ven acá! –Gritó entre lágrimas. Él no tardó en llegar. –Algo malo le pasó a Daniel, la puerta esta con llave y no puedo abrirla. –La mujer no dejaba de llorar desesperadamente. – ¡Abrí la maldita puerta, mi hijo tiene que estar bien! –Gritó.

Él forcejeó la puerta y, al igual que la mujer, no pudo abrirla. –Llama a la ambulancia, cariño. Esto no está bien. –Habló él tratando de sonar tranquilo, pero su corazón temblaba de desesperación. Ella obedeció, tomó el teléfono y marco al número de emergencias. Tom había comenzado a patear fuertemente la puerta, pero no pudo abrirla. Buscó un martillo para romper la cerradura y así abrir la puerta. Luego de golpear fuertemente la cerradura, la puerta se abrió, dejando ver lo que tanto temían.

-Daniel, hijo... –Su voz se quebró, corrió rápido hacia el chico de hermosos ojos y lo tomó entre sus brazos. Su esposa apareció en la puerta, vio la bañera llena de sangre y sintió como si le desgarraran el corazón. Su hijo, su único hijo había tomado una de las decisiones más dolorosas y egoístas de la vida: morir por voluntad propia. Corrió junto a su marido, ambos lloraban, no podían creer hasta qué extremo había llegado su hijo.

-Sácalo de ahí. –Sollozó ella. –No... no puedo verlo en ese lugar. –Cubrió su boca con su mano y cerró los ojos. No habían palabras que pudieran expresar el dolor que sentía en ese momento. Era uno de los dolores más grandes en la vida de las madres. Era una de sus peores pesadillas. Y es que las pesadillas también son sueños, y los sueños pueden volverse realidad.

Tom envolvió a su hijo entre sus brazos y lo sacó de ahí. Quería ayudarlo, pero no sabía cómo. Se sentía impotente, inútil y terriblemente culpable. Colocó sus dedos en el cuello del chico, casi pálido, por debajo de la oreja y sintió su pulso leve. Un pulso suave y algo pausado, como si estuviera a minutos de detenerse. Un pequeño brillo de esperanza apareció entre sus lágrimas.

Unos golpes insistentes irrumpieron el silencio abrumador. La mujer corrió lo más rápido que pudo y abrió la puerta, dos hombres ingresaron rápidamente al ver a Tom bajar con el chico entre sus brazos. Lo recostaron en la camilla, le colocaron un respirador y corrieron directo al vehículo, la madre del ojiazul corrió tras ellos, dispuesta a acompañar a su hijo. La ambulancia partió rápidamente, desapareciendo en la distancia.

Tom se sintió desvanecer debido al dolor que sentía, comenzó a llorar sin importarle estar a la vista de todos. Jonah, que había visto la ambulancia partir, no tardó en llegar.

-¿Qué sucedió? –Dijo preocupado. Un mal presentimiento lo invadió al ver llorar a Tom. Cubrió sus labios y abrió los ojos muy sorprendido. No podía ser cierto lo que su mente pensaba. –Tom... –Fue interrumpido por el repentino abrazo del hombre.

-Él... –Dijo entre lágrimas. –Fui demasiado duro con él... debí haberlo aceptado. –Su llanto se hizo más fuerte. Jonah sintió como su corazón se iba rompiendo lentamente. –Decidió acabar con todos los problemas... decidió... –Las lágrimas no lo dejaron continuar por unos minutos. –... decidió terminar con su vida. –Sollozó y Jonah sintió como su corazón se terminó de romper bruscamente.

El chico de rulos (Jackniel) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora