Viernes.
Camila.
Pasó la semana siguiente después de mi encuentro con Lauren y realmente me la pasé estudiando algunas cosas para el instituto, nada emocionante.
Pero ahora era viernes y por fin estábamos de vacaciones, las vacaciones más largas de la vida, amo estas vacaciones porque significa que navidad está cerca y amo navidad. Ahora, el ya no ir más al instituto me vuelve más holgazana de lo normal, al menos cuando iba me despertaba temprano y hacía tarea, o lo que fuese, ahora duermo todo el día. Literal, todo el día.
2:30 p.m
Es la hora que marcaba mi reloj colocado en el pequeño mueble de lado derecho de mi cama. Ayer por la noche había quedado en salir con Lauren por la tarde, dijo que quería hacer algo divertido iniciando las vacaciones y que quería invitarme a divertirme con ella, así que tenía que comenzar a prepararme en un momento.
Bostece tallando mis ojos para acostumbrarlos a la luz que emanaba por mis ventanas, cuando volteé vaya que casi se me ha parado el corazón al ver a Lauren sentada en la silla negra a un lado de mi escritorio de estudio con las piernas encima de este.
–¡LAUREN! ¡¿Que demonios haces en mi casa?! –pregunte asustada, esta chica si que tiene sus trucos.
–Te dije que mañana vendría a visitarte. –recordó mientras miraba su manicura como una completa diva.
–Eso lo recuerdo, pero se supone que vengas cuando yo esté despierta, vale. –dejó de mirar su manicura, me miró seriamente y bajo sus pies de mi escritorio (sentándose como alguien normal en casa ajena).
–Debes estar bromeando. Son casi las tres de la tarde, deberíamos estar ahora mismo en algún lugar haciendo algo divertido, no en tu habitación. –negó con una risita burlona.
–Son vacaciones, ni mi madre me viene a despertar, así que tú no me despiertes tampoco. –puede que dormir sea casi una religión para mi, mis padres saben que nunca deben despertarme si estoy durmiendo, menos si estamos de vacaciones porque probablemente me levante con el humor por los suelos y si yo no me aguanto mucho menos ellos. –Esto es tan vergonzoso, tengo mi pijama de gatitos, tan solo mírame, me veo fatal, ¿en serio no pudiste marcarme en vez de entrar hasta mi habitación? –bufé cruzándome de brazos.
–No, es más divertido venir y molestarte. –contestó encogiéndose de hombros. –Aparte los gatitos son lindos, me gusta. –añadió.
–Te odio. –me acoste nuevamente y me eche todas mis cobijas encima. –Espera...¿quien te ha dejado entrar? –pregunte con curiosidad destapandome nuevamente.
–Tú padre, quien por cierto es mucho más gracioso que tú, ¿sabes qué? Tal vez debería venir a visitarlo a él en vez de a ti. –se quedó pensativa por un momento mientras veía el techo de mi cuarto así que por ende mire el techo también.
–¿Qué tanto miras? –¿qué? pues lo mismo que tú boba.
–Yo... -dirigí mi mirada a ella y ahora solo veía su reloj negro en su muñeca izquierda. Supongo que yo era la uncía que veía el techo. –El techo, tal vez lo pinte de otro color. –anuncie entrecerrando los ojos mientras mostraba interés en el techo nuevamente.
–Bueno, me voy con tu padre a jugar mini golf en la oscuridad, se supone que es un cuarto con luces tenues que hacen que todo brillen, más si llevas cosas blancas. –señaló la gorra blanca sobre su cabeza. –Dicen que es genial. –anunció poniéndose de pie.
–¡No! espera, yo jugaré contigo. Sólo deja que me cambie la pijama, desayune algo rápido y listo. –ella asintió con una sonrisa antes de salir de mi habitación.