3. Padre

34 7 19
                                    

El mundo se había reagrupado en un nuevo e inmenso Pangea, dando lugar a una extensión de tierra tan grande que ni siquiera había horizonte a lo lejos.
Todas aquellas sensaciones, paisajes y brumas en mi memoria y, a mi alrededor, se dilataban y contraían como el objetivo de una cámara.

Me sentí caer al suelo, perdiendo las fuerzas; la hierba me recibió, tan dulce y verde como lo había sido en mi hogar. Hundí el rostro en la tierra húmeda por el rocío y, al fin, me permití derramar las lágrimas que llevaba tanto tiempo aguantando.

El mundo parecía girar a mi alrededor más rápido que nunca y sentí ganas de vomitar. Pero, de pronto se detuvo y yo abrí los ojos para mirar la figura que se erguía ante mí, ofreciéndome la mano:

- Tranquila, Kiana, todo va a salir bien- aquella familiar voz cargada de dulzura provocó que un sollozó ahogado saliera de mis labios.
Papá estaba allí, sonriéndome como nada hubiese sucedido.

- ¡Papá, oh, papá!- lloré, lanzándome a sus brazos. Él me sostuvo entre ellos, protegiéndome, pero no era lo mismo... No sentía su abrazo como siempre. Sino tenue y lejano. Como si no estuviese abrazando más que una sombra del que fue en otro tiempo-. Papá, ¿Qué...?- comencé, separándome de él un paso para mirarle.

Su hermoso rostro estaba crispado por la congoja.

- Mi niña, lo siento tanto... No queríamos dejarte... No tuvimos opción- sus ojos de rayos brillaban a consecuencia de las lágrimas. Y, su presencia titilaba por momentos. Fue entonces cuando todas las piezas encajaron dentro de mi cabeza.

- No... No estás aquí... ¿Verdad?- mi padre bajó la vista al suelo, haciendo que sus largos tirabuzones rubios le taparan el rostro. No estaba allí... Seguía... Muerto.

- No había otra salida, Kiana...- su voz sonaba ahora distorsionada. Como si hablara desde el otro lado de una pared-. Tu madre y yo...

- No tienes que darme explicaciones, padre- lo interrumpí yo, viendo de reojo como su expresión se apagaba-. Desde que fui concebida supe el deber que tenía para con el mundo. Sabía cuan importante era el vuestro. Hicisteis lo que tuvisteis que hacer... Y, no dejasteis que nada os detuviese- una pausa selló mis labios para impedir que la voz se me resquebrajase como una roca golpeada por un martillo-. Ni siquiera yo- mi joven padre dio un paso dubitativo hacia mí. Pero, yo le di la espalda.

- Kiana, no... No es así- aseguró, más desolado de lo que jamás le había visto-. Te queremos, te queremos más que a nada- no, no podía soportar esas palabras. No podía mirar a aquel hombre a la cara y fingir que estaba conmigo, que estaba vivo... Fingir que cada vez que hablaba no se me abría el pecho en dos.
Me di la vuelta, furiosa y le grité:

- Entonces, ¡¿POR QUÉ ME ABANDONASTEIS?!- no hubo respuesta.  El fantasma  de George Connor ya no estaba allí.

//////////////////////////////////////////

Cristal de Sangre. Saga de La Profecía. Vol IV.Where stories live. Discover now