Maese Warrdaiyl se recogía los bajos de su pesada túnica para caminar sin que estos quedaran manchados de tierra húmeda y hierba. A esas horas no debería estar deambulando fuera de las murallas del castillo.Una capucha cubría sus facciones arrugadas y oscurecidas por los años, dejando solo entrever un ápice las marcas púrpura, antaño de un pálido malva de sus pómulos y su mentón; las marcas de los eruditos y los sacerdotes.
Caminaba con prisa, lanzando miradas desconfiadas por encima del hombro; como si temiese que lo vigilaran. Había algo en su andar que denotaba temor y nerviosismo; sus pasos eran cortos, apresurados. Tenía que llegar a su destino y regresar a palacio sin levantar sospechas.
El murmullo del río acompañaba sigilosamente al anciano por las riberas, como un compañero de sombra y peligro, hasta que Warrdaiyl decidió tomar un atajo. Las luces tenues de unas antorchas se vislumbraban en la lejanía, e hicieron que el corazón se le subiera a la garganta.
- Pensé que ya no vendríais, maese Warrdaiyl- pronunció una voz ronca desde la oscuridad. El aludido se inclinó sumisamente ante él.
- No es sencillo esquivar a los guardias rojos del palacio de Ran'var, mi señor- se disculpó el anciano, a lo que recibió un chasquido de molestia por parte del otro individuo.
- Sin embargo, aquí estáis- respondió, e hizo un gesto con la mano indicando al erudito que se irguiera de nuevo-. ¿Qué habéis averiguado?
- El príncipe posee más conocimientos bélicos de los que imaginaba- parecía que hablase para sí mismo, con la cabeza en otra parte y la mirada perdida-. Llevo observándole desde que nació, y siempre he pensado que era un muchacho salvaje, demasiado rebelde para sustentar el peso de una raza sobre sus hombros.
- ¿Y, no lo es?
- ¡Lo es! Pero, algo me dice que será un contrincante peligroso a la hora de la verdad.
- ¿Qué proponeis entonces?- el anciano teiri miró al hombre a los ojos.
- Llevad un mensaje al rey Brewjem- mandó-. Decidle que su primer objetivo será capturar al príncipe heredero. De esta manera, el rey Rhyasdan no podrá negarse a entregar el Esshventhe rojo restante... Y, si no lo hace...- una sonrisa maliciosa comenzó a bailar en sus labios resecos-. Tendrán la guerra que tanto ansían.
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Con el primer amanecer, Gill se levantó, aseó y vistió solo. Seguidamente, tocó la puerta de su alcoba y pocos segundos después, oyó las llaves del guardián girando en la cerradura:
- ¿Qué deseáis, alteza?- preguntó Mirzan, el alto teiri de cabellos grises con voz ruda apareciendo frente a él y tapándole la vista del corredor.
- Llevo días encerrado aquí, deseo dar un paseo por los jardines para estirar las piernas- el soldado no miraba a Gill a los ojos, pero el joven pudo notar como tragaba saliva profusamente.
- Eso no es posible- declaró-. Por favor, volved a vuestra alcoba- Mirzan dio un paso hacia él, queriendo que este retrocediera, pero el príncipe heredero solo se irguió más sobre sus pies.
- No soy un prisionero, soy el príncipe y, como tal has de obedecer...
- Sigo órdenes directas del rey, su alteza- lo cortó el guardia-. Vuestro poder no es comparable al suyo, por favor, regresad a vuestra alcoba- Gill parpadeó, incapaz de decir palabra y la puerta se cerró en sus narices, seguido del familiar sonido de las llaves girando en sentido contrario; dejándolo de nuevo allí, sólo y encerrado.
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Cristal de Sangre. Saga de La Profecía. Vol IV.
FantasyA mi prima Raquel, una fan loca e incondicional. El mundo ya no es lo que era. Los dioses han desaparecido como en una nube de polvo. Nadie sabe dónde están ni porqué han abandonado la Tierra. El ser humano ha caído en desgracia tras mil años solos...