20. La más alta torre.

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Con las manos se tapaba la cara mientras gritaba. Pronto se las quitaron de encima y las sujetaron con brutal fuerza a ambos lados de la cabeza, haciendo que soltara un alarido de pavor:

- ¡¡¡*Kei, kei, igrād, haar med jeÄd!!!- chilló.

- Pásame el puñal, Dirgj.

- ¡*Kei!- volvió a gritar Valkeri, notando la hoja de un cuchillo rozando su mejilla oscura. El arma se le clavó en la piel, bordeando la marca jade de su pómulo con intención de arrancarla. Él se resistió, gritó y pataleó, pero ni siquiera los serzeles podrían salvarle.

(...)

- El chico vivirá- dijo Gallven, levantándose-. Le han arrancado las bÄen, pero no tiene ninguna herida seria...

- He de ir tras ellos- Eeram recogió su espada del suelo y la limpió contra sus calzas oscuras.

- ¿Por qué? ¿Es ese chico?- preguntó el joven de negros cabellos.

- Tiene una costilla rota, lo alcanzarán- Gallven suspiró.

- ¿Quién es? Parece importarte...

- Es el... Amigo del príncipe- tras oír a Eeram, el recién llegado soltó una carcajada.

- Bien, pues- declaró envainando la espada en la funda de cuero a su espalda-. Será mejor que vayamos a por él o se convertirá en el trofeo de esos monstruos.

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El hombre peludo y sudoroso lo soltó repentinamente con un gruñido. Valkeri, aún tapándose la cara con las manos, no dejó de gritar hasta que oyó la voz de Eeram junto a él:

- ¡Me la ha arrancado, soy un paria, un paria!- gritó, mirándose las manos llenas de sangre.

- Déjame ver- pidió el pelirrojo, con más calma en la voz de la que debiera.
Valkeri negó con la cabeza, apretando los dedos contra la herida sangrante-. Valkeri, déjame ver la herida- insistió él, cogiéndole de las muñecas-. Keri, está bien, no te la ha arrancado...

- ¿Q-Qué...? Pero, si... Si lo he notado, me han...- la mano de Eeram se posó sobre su mejilla y la acarició con ternura.

- Sólo es un rasguño, de verdad- en un arrebato de alivio, Valkeri lo abrazó y, en respuesta, Eeram, aunque sorprendido, rodeó con sus brazos la cintura del pequeño. Tras ellos, se oyó un carraspeó molesto; Gallven tapeteaba con el pie descalzo sobre el suelo terroso.

- ¿Vais a quedaros todo el día abrazaditos hasta que llegue otra patrulla de Briss?- Eeram bufó exasperado y, ayudó al chico de blancos cabellos a levantarse; aunque este soltó un quejido de dolor.

- ¿Q-Quién es?- preguntó, mirando al desconocido con algo de recelo.

- Un cono...

- Alguien que compartió el pasado de tu querido protector- lo interrumpió Gallven estrechando la mano de Valkeri con más fuerza de la necesaria. Eeram rodó los ojos en sus cuencas, para seguidamente apartar al moreno del otro chico-. Podéis llamarme Gallven, si gustáis- añadió con retintín, y guiñando un ojo.

- ¿Gallven Weredan? ¿El soldado de la guardia real que desertó hace ocho años?- Valkeri paseó su mirada jade desde Eeram hasta Gallven, con una mano apretada contra su costado.

- Vaya, ¿Es esa la fama que he ganado?- rió el de ojos azules, aunque la amargura se reflejaba en su rostro.

- Es todo lo que puede esperar un traidor a la corona- puntualizó el ex capitán de la guardia, con dureza; pero, sin mirarle a los ojos.

- ¿Dónde está el chico herido?- ante la preocupada mirada de Valkeri, Eeram se volvió hacia el mestizo, abriendo los ojos como platos. Pero, él negó con la cabeza para tranquilizarlo.

- Está bien, lo he dejado cerca, ya se había despertado...- dicho esto dio un puñetazo amistoso al chico de pelo blanco en el pecho, a lo que él se dobló por la mitad, dolorido. El cabello de Eeram resplandeció como un fuego fatuo, haciendo que Gallven retrocediera algo intimidado.

- Pero, ¿A ti qué te pasa? Te he dicho que tenía una costilla rota- exclamó, enfadado, para acto seguido girarse hacia Valkeri, preocupado-. ¿Te encuentras bien?

- Sí... Sólo me duele un poco el costado- el joven sonrió calmadamente, intentando enmascarar el dolor que sentía.

- Vamos, hemos de llegar al templo- el ex capitán de la guardia carraspeó y desvió la mirada hacia Gallven, que tenía el ceño fruncido-. Vamos- repitió.

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No sería fácil salir por aquella ventana, sobre todo tratándose de la más alta torre del palacio rojo de Ran'var. Gill miró a su alrededor, pero ni siquiera tenía suficientes sábanas para unir y descolgarse por los muros de Esshventhe de la torre.

Miró la puerta de gruesa madera de su habitación y, comenzó a pasearse a su lado, reflexionando. Y, entonces dio con la solución, y sonrió...

(....)

Mirzan oyó un fuerte golpe dentro de la alcoba del príncipe heredero, seguido de un gemido ahogado. Notó el sabor de la bilis en la garganta y, golpeó suavemente la puerta con los nudillos:

- ¿Alteza? ¿Os encontráis bien?- el guardia no recibió respuesta, por lo que mordiéndose la lengua, se giró a mirar a uno de sus camaradas-. Avisad al general- el otro hizo una pequeña reverencia a modo de respuesta y, junto al otro único guardia de la torre, se volvió sobre sus pies para echar a correr por el pasillo-. Excelencia, decidme qué ocurre. ¿Ha pasado algo?- de nuevo, no hubo respuesta, así que Mirzan tomó el manojo de llaves de su cinto y, abrió la cerradura de la puerta con dedos temblorosos.

Al abrirse esta, contempló con horror como el vidrio de la ventana estaba roto y el cuerpo inerte de Gill yacía en el suelo con el rostro oculto por su cabello claro:

- ¡Alteza!- exclamó, lanzándose sobre él y tumbándolo de espaldas para seguidamente, apartarle el cabello de la cara. Tenía los ojos cerrados y, había sangre en su frente-. Mierda- juró, perdiendo los nervios. El rey pediría su cabeza si le ocurría algo a su heredero...

Sin perder tiempo, Mirzan inclinó la cabeza para apoyar el oído contra el pecho de Gill. Un momento, respiraba con normalidad y su ritmo cardiaco era rápido y... Algo lo golpeó en la cabeza con gran fuerza, aturdiéndolo y haciéndole caer sobre el príncipe, que se lo sacudió de encima y se levantó.

- Lo lamento, pero no me retendréis aquí por más tiempo- dicho esto, Gill dejó caer al suelo el candelabro con el que había golpeado al soldado y, recogió de su lecho un pañuelo azul con el que se vendó la palma de la mano que sangraba profusamente; y, gracias a la cual había fingido el haberse herido en la cabeza. Acto seguido, se colocó una capa y abandonó la alcoba, cerrando la puerta tras de sí.


*Kei, kei, igrād, haar med jead: ¡¡¡No, no, parad, soltadme!!!

*Kei: No

Cristal de Sangre. Saga de La Profecía. Vol IV.Where stories live. Discover now