No pedí ser así

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Todo inicio un día de invierno, yo estaba distraída mientras pequeños copos de nieve caían, esto lo sabia por el suave tacto que hacían al derretirse sobre mi piel, pero mis ojos no transmitían ninguna emoción. Estaban sin brillo, ya que yo... era ciega.

Claro que para mi este no era el mayor problema. Incluso sin ver yo sería capaz de caminar y volverme independiente, pero por desgracia ese no fue mi único desfortunio. Nací sin tener movilidad en las piernas, cosa que a mis padres les costó aún más para cuidarme.

Lo bueno fue que nací en una familia adinerada, por lo que recibir atenciones no era difícil. Lo que quería se me daba, pero con el tiempo me acostumbre a sentir lo que mis demás sentidos no me permitían.

Todo era bueno, yo era hija única y era el centro de atención de mis padres, todo hasta que mi hermana nació. Ella a diferencia de mi lo hizo teniendo todo. Podía ver, podía mover las piernas y no tardo en ser la luz de mis padres. Poco a poco me iban dejando de lado, pero la llegada de una nueva doctora al hospital en que recidia me cambio la vida. Esta ya había tratado con casos como el mio, y aunque me dijera que no me garantizaba que recuperara la movilidad de mis piernas, yo deposite toda mi fe en ella.

Meses de intenso tratamiento y operaciones me obligo a quedarme en el hospital indefinidamente. Mis padres no me visitaban frecuentemente y mi hermana ni siquiera sabia con certeza quien era yo, la oveja negra de la familia miyamoto.

Todo iba normal, hasta que un dia me asuste al sentir algo extraño en mis piernas. Una araña había trepado hasta mi cama y mi grito alerto a las enfermeras. De no ser por aquella sensación a su tacto, probablemente habría muerto.

La negligencia del hospital por permitir que tal situación diera lugar no fue expuesta, ya que logre hacer un trato con el dueño para obtener beneficios a largo plazo.

Aquel hecho logro incrementar mi fe en que algún dia lograría ponerme de pie y caminar, pero le pedi al equipo medico que guardara en secreto mis avances. Aquellos que se hacían llamar mi familia apenas se aparecían para preguntar por mi progreso y no por mi estado emocional, cosa que me hacía aborrecerlos cada vez mas.

Un año transcurrió y mis avances sorprendieron hasta a los propios médicos. Era como si yo nunca hubiera estado en una silla de ruedas. Mi nueva meta era recuperar lo mas que pudiera la vista, pero si no se daba el caso, yo aun estaría mas que satisfecha con poder caminar.

Mi actitud con los enfermeros era de pura amabilidad y familiaridad, estos me había ayudado en todo el recorrido que hice para poder caminar por el hospital. Me enseñaron a utilizar un baston para ciegos y hasta memorice el hospital de tantas veces que lo recorri.

En las afueras del hospital había una cancha, en la cual solia ir a practicar basquetbol como pasatiempo. Con ayuda del ingenio del equipo medico, conseguimos crear todo un circuito que me ayudara a memorizar la cancha. Fue asi como aprendí a moverme y a crear una imagen mental de esta con mi ubicación en ella, esto me permitio participar de juegos callejeros e incluso campeonatos asegurándome de que mis padres no se enteraran. Debido a eso, mi nombre artístico se había vuelto muy reconocido y una escuela me ofreció una beca completa para ingresar. En esa escuela no existía el favoritismo por el dinero ni la clase social. Aquí te seleccionaban por quien eras y te enviaban una solicitud para que tu misma decidieras que hacer.

Mis padres sin saber de mis avances, se habían ido a un viaje de negocios con mi hermana por 3 años, cosa beneficiosa para mis planes.

Esos 3 años pasaron volando, y con ello el reconocimiento de mi apodo se incremento. En los partidos me conocían como la jugadora arcoíris, debido a que en cada partido aparecia con un color de cabello y ojos diferentes. Cosa que usaba para evitar el reconocimiento de mi verdadera identidad. Afortunadamente acabe con honores la academia y logre salir adelantando cursos. No había sido fácil, ya que tuve que renunciar a muchas cosas, pero valio la pena terminar la educación en esa escuela, ya que cualquier universidad me recibiría con las puertas abiertas al ver mi historial académico.

Como esperaba, mis padres y mi hermana llegaron rodeados del éxito, pero mentiría si digo que no se sorprendieron por mi cambio. Aquella chiquilla de 14 años que dejaron, se había convertido en una adolescente llena de elegancia y una hermosura digna de admirar. Obviamente era inevitable que me compararan con mi hermana menor, pero incluso viéndola ahora se veía que no alcanzaría tal nivel. Agradeci al medico que me proporciono aquella maquina para ver imágenes, pudiendome ver a mi misma por primera vez para subir mi autoestima.

La silla de ruedas ahora era más moderna, poseía colores vivos y podía utilizarla manualmente sin problemas. Eso me ayudaba a entrenar mis brazos, así que lo usaba como rutina diaria para pasearme de vez en cuando.

Mamá fue la primera en acercarse, abrazandome con un cariño que sentí ausente durante los últimos 12 años.

Mi padre al igual que ella se me acerco para ponerme una mano en la cabeza y alborotar mi cabello, pero aunque yo quisiera disfrutar este momento, sabia que su comportamiento no seria el mismo si no presentara la misma apariencia. Todo era superficial para ellos y eso lo odiaba.

A la única que estaba dispuesta a querer era a mi hermana, la cual no tuvo la culpa de nacer ni tampoco de estar sana. Cosa que me alegraba al no tener que pasar por las mismas dificultades que yo.

Extendi mis brazos hacia donde sentía su tenue presencia, a lo que esta se acerco lentamente y me abrazo. Una vez acabada la reunión familiar, me vi en la necesidad de preguntar directamente por sus progresos y los futuros planes para mi.

-¿Que será de mi ahora?- les dije firme y sin mostrar titubeo, haciéndolos sonreir probablemente.

-Iras a Japon con nosotros, los negocios en ese país están dando frutos y seria muy beneficioso para ti el conocer nuevos lugares - dijo sin crear ninguna reacción en mi rostro, pero mentalmente me sentía molesta. Tendría que dejar el lugar que me vio crecer junto a las personas más importantes para mí, solo por un capricho de mi padre, al cual le pico el bicho de la bondad. Recordando que tenia otra hija abandonada en un hospital.

-Esta bien - dije neutra, a lo que no tardaron en despedirse diciendo que volverían mañana a buscarme, fue ahí cuando me agarre la cabeza con enfado y desilusión - ni un como estas, eh? - dije mientras finas lagrimas salían de mis ojos opacos por la ceguera. Aquel día me la pase despidiéndome de las enfermeras y estas me dieron un hermoso regalo de despedida, un balón de básquetbol con el mensaje que todos me escribieron al inicio de la operación.

Al siguiente día, me despedí definitivamente de estados unidos. Iniciando una nueva vida en Japón.

Pero yo, ¿podría adaptarme?

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Espero que les haya gustado la primera parte de esta historia.

actualmente esta historia esta en desarrollo como un proyecto, ya que dependiendo del resultado y sus opiniones, le ire dando más prioridad y en consecuencia tendrá más rapidez en las actualizaciones. todo dependerá de ustedes.

Nos leemos pronto :·D

La jugadora arcoiris Donde viven las historias. Descúbrelo ahora