Rota (Kaneki Y Tu)

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Paraste en seco al decir aquello, el chico hizo lo mismo. Al ver que respondió a tu llamado con ese gesto, bajaste la mirada.

No sabías que hacer, tu Quinque aún no estaba lista. ¿Qué harías? No podías pelear con él ahora, tampoco podías hablar con él.

Simplemente te diste la vuelta encontrándote con una confundida Charlotte.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué lo llamaste Kaneki?

Bajaste la mirada tratando de evadir todas las preguntas que eran dirigidas hacía ti.

-Lo confundí, es todo. -Respondes colocando una mano en su hombro- Si quieres pide la bufanda, yo me adelantaré e iré a la biblioteca, te espero allá.

-Ah, s-si.

Te alejas caminando rápidamente, mientras piensas detalladamente qué pudiste haber hecho.
No querías reportar el haber visto a aquel chico, puesto que lo querías matar tú y sólo tú.

A tus espaldas, una molesta Charlotte pedía tu bufanda al albino, el cual huyó nuevamente con ella puesta.

Llegas a aquel edificio, frotas tus manos en un fallido intento de calentarlas, las acercas a tu boca y exhalas aire caliente para brindarles el calor que necesitan.

Entras a la gran biblioteca que se encontraba frente a ti y tomas asiento en una mesa de dos, tomas un libro cualquiera y tratas de leerlo, aunque tus pensamientos son sobre aquel albino.

Minutos después Charlotte llega y se sienta frente a ti.

-¿Por qué tan extraña?

-Me recordó a Kaneki, pero no era él.

-¿Lo extrañas?

-Mucho. -dices sin pensarlo, pero cuando analizas tus palabras muerdes tu lengua e inmediatamente tratas de corregir lo dicho- O eso pensaba, realmente creo que no.

-Ya veo... ¿Quieres un café? Es lo único que puedes beber aquí.

-No, no me gusta el café.

-Ok, ok. Entonces yo iré por uno, por lo tanto toma un libro para mi.

Te levantaste de tu asiento y fuiste a cierta área de libros, tomaste uno y regresaste a tu puesto anterior. Dejaste el libro en su lugar y tú comenzaste a leer el libro que simulabas leer antes de que la castaña te interrumpiera.

Pero, de nuevo, no pudiste concentrarte. El albino de ojos grisáceos invadía tu mente.

-Estúpido, te mataré con mis propias manos. -susurras presionando el libro entre tus manos-

Parecía que con tan sólo la punta de tus dedos romperías en millones de pedazos aquel trabajo.

-Oye, si lo rompes, lo pagas. -Escuchas una suave voz masculina a tus espaldas, no te tomas la molestia en voltear y dejas el libro sobre tu mesa mientras apoyas tu rostro sobre el mismo sitio-

Intentas tranquilizarte mientras escuchas los pasos de la persona a tus espaldas alejarse.

-¡_____!  -La molesta voz de Charlotte hace que levantes tu vista- ¿¡Por qué me elegiste un libro de cuentos infantiles!?

-Va bien con tu personalidad, no juzgues.

-Tú... -La castaña tomó una bocanada de aire e infló sus mejillas-

No dijiste nada y volviste a apoyar tu frente en la mesa.

-______. -Llama tu amiga-

-¿Qué quieres?