CAPÍTULO III - Empieza el juego

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Según lo que nos había contado Drek, quedaba poco para que empezaran los juegos. El tiempo no era nada bueno, había nubes oscuras, pero no llovía. Después de eso fuimos a jugar a fútbol, como habíamos quedado. Al día siguiente, sábado, el cielo estaba más despejado con nubes blancas y sol brillante. Fuimos todos de buena mañana, menos Sara y Alex, a jugar a tenis y ahí fue cuando empezó todo. Antes de irnos, en el cielo ocurrió algo que no puedo describir perfectamente:

De entre las nubes apareció una especie de luz y las nubes empezaron a apartarse. El sol redujo su altitud y cayó un rayo en frente de nosotros. De este rayo, salió una persona vestida con una túnica blanca , unas sandalias y una especie de manta que llevaba a modo de capa. Nos quedamos por un momento mirándolo. De repente abrió la boca y soltó palabras con un tono de voz muy grave y heroico, como si estuviera narrando las historias de algún caballero.

- Vosotros, mortales, sois unos de los elegidos para participar en el campeonato de supervivencia del olimpo. Los dioses han visto en vosotros, la capacidad de sobrevivir y que alguno de vosotros logre ser el vencedor, dejando a los otros fuera de combate y convirtiéndose así en un dios olímpico.

Dicho su dictado, nos miramos unos a otros y le contestamos con un poco de timidez:

Víctor - ¿Quién eres tú?

- Yo soy Hermes, el mensajero de los mismísimos dioses del olimpo.

Sam - Vale, eh...Hermes. ¿Estamos obligados a ir a ese campeonato?

Hermes - Si algún mortal elegido no quisiera competir, simplemente se puede dejar matar y acabar con su modesta vida sin presentar dificultad.

Sam - Gracias por la aclaración.

Víctor - Pe..pero...¿estais todos locos? Vamos a matarnos entre si hasta que uno quede vivo? Yo no quiero participar, esto es una locura.

Drek - No hay manera de huir si estas marcado.

Sam - Tiene que haber alguna forma de pararlo...

Hermes - Bueno, me despido, os deseo buena suerte en el campeonato.

Sam - ¡Espera! Hermes, ¡Tiene que haber alguna manera de parar esto!

Hermes - Solo quien consiga proclamarse dios, acabará con esta maldición. Los juegos dan comienzo.

Sam - ¿¡Qué!? ¡¿Ahora?!














































Sam - ¿Dónde estoy?




















Desperté en medio de un campo, donde se contemplaban a lo lejos, flechas por el cielo como si fueran bandadas de pájaros. Me levanté y vi a mis compañeros en el suelo. Estaban Alex y Sara también. Nos fuimos levantando uno por uno y no tardamos en darnos cuenta que la pesadilla había comenzado. Fuimos al lugar donde ocurría la guerra, el cielo era de un color rojizo y el sol brillaba con fuerza. Había una lucha brutal, con hachas, lanzas, cuchillos y todo tipo de armas, que se utilizaban en años pasados a los nuestros. Vimos como uno de los tres bandos que peleaban, aniquilaba a los otros dos de manera brutal, y dejaba teñida la hierba de un color rojo fuego. Cuando solo quedaron ellos, nos descubrieron observándolos y inmediatamente, empezaron a correr todos con grito de guerra a por nosotros. Nosotros no tardamos ni medio segundo en salir corriendo de ahí, para llegar a un bosque que había cerca de donde nos despertamos, para intentar perderlos. Nos movía nuestro miedo, sentimos un terror a ser pillados y descuartizados y eso nos permitió aumentar la velocidad y meternos en el bosque.

Alex - ¡Nos van a alcanzar! ¡Estamos muertos!

Víctor - ¡Corred! ¡No miréis atrás!

Sara - ¡¿Por qué van a por nosotros?!

Sam - ¡Porqué de eso se trata! ¡Nos quieren eliminar del juego!

Drek - Dios...¡Estamos muertos! ¡No vamos a llegar!

Sam - ¡Corred y callad! ¡No vamos a morir!

Llegamos a duras penas al bosque y empezamos a dar vueltas y vueltas por él hasta que no vimos ya al grupo de locos que intentaban cortarnos en pedazos.

Sara - Los hemos perdido, ¿Verdad?

Alex - Creo que sí...joder...esto es de locos.

Víctor - Pero...¿no os ha parecido demasiado fácil perderles? Iban más rápido que nosotros.

Sam - Espera...

De repente salieron de detrás de las piedras y nos rodearon unas siete o ocho personas de nuestra edad, armadas con cuchillos y vestidos con armaduras de color bronce brillante y fueron acercándose hacia nosotros hasta que no había manera alguna de escapar sin recibir alguna puñalada. Se quedaron unos instantes analizándonos, mirando en que lugar tenían que estacar el cuchillo para que fuera mortal, hasta que de entre la multitud apareció uno en especial, con una armadura del mismo color, pero con un símbolo circular, con una flecha en medio de un color rojo sangre y un casco negro.

- Míralos, indefensos. ¿Y estos son elegidos? Vaya ridiculez de guerreros, si es que se pueden llamar así.

No dijimos nada al respecto, nos quedamos mirándolos, con miedo a ver la muerte.

- Debería mataros a todos y así quedar más cerca de la victoria, ¿Qué dices tú, Jack?

Jack - Deberíamos dejarles morir en el laberinto de Creta, para honrar a los dioses y que nos den suerte.

- Me gusta la idea. Bien. Llevadlos al laberinto, esto va a ser divertido.

Nos cogieron a todos y nos pusieron en un carro, nos llevaron por unas llanuras en las que se apreciaba un gigantesco laberinto el cual parecía que no tenía fin. Llegamos a la entrada del laberinto en el que se apreciaba un enorme marco de piedra, en el cual en el centro ponía "Κρήτη λαβύρινθο" que seguramente significaba "Laberinto de Creta". Nos dejaron en frente de la entrada y se pusieron detrás nuestra para evitar que escapáramos.

- Bueno, yo que vosotros comenzaba. Es mejor recorrerlo ahora que de noche, aunque tampoco es que vayáis a llegar a algún lado.

- Eso, estáis perdidos ahí dentro. Aunque os las podáis arreglar para sobrevivir dentro os espera una sorpresita que será de vuestro agrado.

Y sin más parloteo, fueron yendo hacía nosotros con los cuchillos en posición hacia delante, para encerrarnos en la enorme estructura de piedra. Cuando estábamos dentro ya, cayó como por arte de magia un pedrusco del cielo, que aterrizó en la entrada. Estábamos en un laberinto del tamaño de una ciudad, sin ningún recurso y empezaba a oscurecer.

THE NEW GOD OF WARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora