El tiempo pasaba lento, los segundos eran minutos, los minutos eran horas, las horas días y los días se convertían en años. Tenía miedo, no sabía que estaba pasando, tampoco sabía donde estaba, me sentía sola y me contaba trabajo recordar quien era, no sentía nada, caminaba en medio de un bosque, la brisa de los árboles me causaba escalofríos.
Caminaba sin rumbo, realmente no sabía a donde llevaba el camino que seguía, no se cuánto tiempo e estado en este lugar, ¿dónde estaban todos? ¿Quién era? ¿Porqué estoy aquí?, por alguna extraña razón me sentía incompleta, sentía que una parte de mi alma me faltaba. El ultimo recuerdo que tengo en mi memoria es de un chico, el me pedía que volviera, no quería que lo dejará solo, no debí hacerlo ahora era yo la que estaba sola. Tenía muchas ganas de llorar, pero ni si quiera sabía el porqué. Me sentía débil, con el corazón roto y sobre todo tenía mucho miedo.
Camine y camine hasta que encontré una cabaña echa de madera, al abrir la puerta un camino de pétalos de rosas rojas estaba frente a mis ojos. Seguí el caminó, la puerta se cerro después de que entré.
El lugar era hermoso, me asome por la ventana y vi que afuera estaba una playa, salí corriendo, me decise de mis zapatos y corrí por la arena.
—pequeña no corras tan rápido — esa voz yo la conocía, era... Era él
—Abuelito — corrí hacia el, hace mucho que no lo veía, murió cuándo era muy pequeña—te extrañe mucho ¿Porque me dejaste? — le dije lanzándome a sus brazos.
—yo siempre e estado contigo, nunca te he dejado sola, pero dime ¿Que estás haciendo aquí?—
No sabía que responder porque yo no tenía la respuesta, así que me quedé perpleja y no respondí, solo alze mis hombros para indicar que estaba confundida.
—esto debe ser un error, mirá ve por aquel camino– señaló al horizonte
—si abuelito— mis pies empezarón a dar pasos para después correr pero al voltear él ya no estaba.
El miedo había desaparecido, pero no solo eso, estaba desapareciendo todo.
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Narra Joan
Ya habían pasado varios años desde que Beth vino y se despidió de mi, ese día mi vida cambio, ¿cómo me quitaba ese dolor? Ya no era el mismo, extrañaba su calor, extrañaba sus besos, extrañaba su cuerpo. La extrañaba. Los primeros días eran dolorosos y crueles poco a poco me fui acostumbrando a su ausencia. Hoy era una fecha importante, hace seis años nos conocimos, así que elegí este día para poder cerrar el capítulo.
Busque en mi closet un esmoquin color negro con camisa blanca, acomode mi corbata y tome la carta que le había escrito. Salí de mi casa y antes de llegar al parque en donde nos miramos por primera vez compre unas rosas rojas, nunca le había comprado nada me sentí un poco extraño, aun no me había acostumbrado a aceptar la realidad. Caminaba entre el césped y por fin encontré nuestro lugar.
—Hola preciosa — le hablé como la primera vez que la vi—sabes ya han pasado cinco años desde que te fuiste y me dejaste, se que tu querías que te olvidara, me disculpó no haberte echó caso. Sabes, hay días que te sueño, hay días con los que despierto con la esperanza de verte aunque sea una vez más en este parque, se que eso ya no sera posible, tal vez ya me hayas olvidado, pero yo recuerdo perfectamente todo de ti, aun recuerdo lo mucho que me gustaba hacerte enojar para después contentarte con mis besos y mis abrazos... — trague saliva, el llanto se empezaba hacer presente — aunque me duela se que tengo que olvidarte, quisiera regresar el tiempo para volver a verte aunque sea una vez mas — las lágrimas me nublaban la vista — parece que fue ayer cuando te vi por primera vez justo aquí, no se como le hiciste pero lograste meterte en lo más profundo de mi corazón .... ¿Porqué Beth? ¿Porque no pude disfrutar mas tiempo a tu lado? Un año no fue suficiente para mí, quería más, aun guardó tu carta junto con la foto que dejaste en mi habitación... Ah por cierto — seque mis lágrimas con él puño de la camisa blanca que traía puesta— como se que te gustan las cartas te escribí una — saque el papel y empecé a leer.