Pero los segundos traían memorias precisas de la noche incontables años atrás y las memorias envolvían en convulsiones a Guillermo que, hastiado de su propia lucidez se arrastraba hacia el patio trasero, dejando tras de sí un rastro de sangre sobre las baldosas relucientes. Camila lo seguía sin apuro, a poco más de un metro, con su mano pegada a la pared, resbalando sus dedos sobre la pintura y marcando así el camino de la oscuridad, que reducía a escombros todo a su paso.
En el patio Guillermo tenía una imagen de sí mismo con pala en mano, cavando la tierra junto al aguacate y siendo devorado por los gusanos. Los recuerdos se mezclaban en uno solo, indivisibles por tiempo u acción. En Guillermo solo prevalecía la necesidad de cavar y a falta de herramientas, se abalanzó a remover la tierra con las manos desnudas. Excavó con desenfreno en busca de aquello que lograra calmar su ansiedad, mientras del otro lado, sobre el corredor, a salvo de la ligera llovizna que comenzaba a menguar, Camila abrazaba con dulzura una corroída columna de madera.
La mujer lo observaba con detenimiento, sin soltar ni por un segundo su agarre a la casa. Ella la acariciaba con suavidad, impregnando su abrazo de la dulzura y el amor de una madre. Guillermo removía la tierra con salvajismo, envuelto en locura era incapaz de reparar en la escena o en el canto Camila, que entonaba a viva voz la canción de cuna, esa con que acompañara sus horas de costura en espera de una criatura que nunca habría de conocer.
Guillermo no tardó en palpar bajo la tierra húmeda, la pequeña calavera de la criatura y algunos otros diminutos huesos que aún se sobrevivían. Suspiró aliviado al comprobar que se encontraban donde él los había dejado. La lluvia se detenía y el llanto también. Sin embargo, desde su columna, Camila aún sangraba a borbotones y como si pretendiera inundar el patio, la sangre se escurría hasta él, removiendo la tierra por gruesos surcos, que dejaban al descubierto, justo donde el permanecía de rodillas, un cuerpo putrefacto que conservaba girones de carne y que vestía la misma ropa que él vestía.
Escandalizado por el descubrimiento, Guillermo se levantó de golpe y a la sombra de un árbol su mente poco a poco se fue apagando, había llegado el momento de desaparecer; era tiempo de olvidar. Si con sus manos él había arrebatado la criatura del vientre de Camila, ella con las suyas le había arrebatado la vida a él. El llanto había quedado grabado en cada esquina de la casa, como si el infante la reclamara. Guillermo estaba atado a la casa, como un enser más. Y el cadáver de Camila permanecería ahí vivo, hasta que de nuevo en enero aparecería en la cocina, preparando café con el vientre inflado y una sonrisa en los labios, tal como lo hiciera el día en que revelara a Guillermo su embarazo.
FIN
![](https://img.wattpad.com/cover/118949981-288-k556103.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Intimidad Compartida
HorrorPorque la intimidad hasta compartida puede estar llena de secretos. Historia ganadora de 'La hora del terror 2' del perfil oficial de Terror en español.