Capítulo 5

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Capítulo 5

Bajón

º'º

"Las personas son víctimas de una soberana demencia que le haces sufrir siempre, con la esperanza de no sufrir más. Y así la vida se les escapa, sin gozar de lo ya adquirido."

º'º

Muchos bostezos son emitidos de mi parte, aburrido presto atención a una clase que claramente ya me había encargado de aprender por mi cuenta. Suena un estruendo anunciado que una gran llovizna comenzará, la primera campana alerta a todos comenzando salir a la otra clase, un escalofrió me invade dejándome una sensación asquerosa en el cuerpo, la hija de Fontaine se planta frente a mi mirándome ceñuda.

— ¿Por qué me ignoraste al principio si eres mi guardaespalda asignado?

—Acaso eso importa.

Niega frunciendo aún más el ceño por mi respuesta.

—No es justo, tuve que enterarme por Jadis que nuestros guardaespaldas incluso están en nuestras clases, ¿estás aquí también por trabajo o solo estudias la carrera por gusto?

Cierro los ojos inhalando fuerte, no estoy del todo bien y ella hablándome solo me fastidia más, siento un revoltón en mi estómago, otro escalofrió se hace presente.

—No tengo por qué contestar, no soy tu amigo, solo soy tu guardaespaldas.

Salgo del salón, bajando las escaleras apresurado, cruzo en un pasillo en busca de un lugar medianamente solo. Me sentía mareado, como si estuviera perdiendo fuerzas, el pasillo estaba quedando solo y entre rápidamente al primer baño que vi.

Mi vista se nublaba, tenía la garganta seca, mis oídos pitan, mi cuerpo pareciendo gelatina, sentía irritación y un cambio de emoción de repente. Un frio intenso en mi espina dorsal anunciándome que alguien estaba viendo, me volteo a la defensiva, mi cuerpo duele ante el movimiento brusco, apretó mis manos en puño en el momento que siento algo correr por mis venas, cuando dejo de apretar mis dedos estos se tornan negros.

Tardó en reaccionar, temblaba, encontrándome con la mirada curiosa de ella, verla así causaba una extraña sensación en mí, se acercó a pasos titubeantes mientras yo retrocedía ocultando mis manos, me sentía realmente mal.

—Aléjate de mí —gruño con voz ronca—. Ahora.

Se exalta ante mi grito pero no retrocede, termino pegado a la pared y forcejeo con ella un poco cuando intenta tocar mi frente. Si estuviera bien le habría sacado de aquí por entrometida.

—Tú frente está caliente, tus mejillas y cuello están muy rojos, incluso estás temblando mientras sudas. —su mano explora cada pedazo de carne a la vista y me tenso, no sé qué otro lugar aparte de mis dedos está manchado, termino agarrando su mano sin importar lo negro de las yemas de mis dedos.

—Vete.

—No.

—Ahora.

Ella sonríe de costado

—Sí es por tu orgullo viril de guardaespaldas, tranquilo, guardaré el secreto. De todas formas, se supone no tienes que perderme de vista solo te facilito el trabajo —hace una mueca—, me estás lastimando un poco...

Veo de mi agarre en su mano a ella, apretó un poco más y ella me mira interrogante, la suelto rodando los ojos, esta situación no puede ser más estúpida, trato de concentrarme en otra cosa que no sea el dolor, no sé cómo termine sentado en suelo apoyando mi espalda en la pared, ella está frente a mi abrazando sus piernas mientras me mira curiosa. Frunzo el ceño, ¿por qué Balthasar no me manda a matarla y ya? Es más fácil, práctico a tener que quedarme fingiendo ser un guardaespaldas de elite.

Ella mira su mano en donde tenía mi agarre, arruga la nariz al notar algo, alzo una ceja tratando de acercarme pero solo un poco de movimiento me produce un ataque de tos, ella palmea mi espalda, su solo tacto me deja sin aliento por un momento, quedo aturdido por el dolor, el pitido en mi oído se hace más fuerte, preocupada toma mis rostro entre sus manos y sopla, me concentro en la forma en que sus labios rosa pálido forman un corazón mientas lo hace —cabe destacar que son sumamente gruesos, carnosos, sin duda son algo apetecibles—, de repente su olor a peras se integra tanto que sé que es una característica muy suya que puede que nunca olvide, mi mirada prácticamente recorre todo su rostro y eso no parece incomodarla, con todo el pesar del mundo frunzo el ceño. Sus ojos son grandes de un color verde almendrado decorado con unas perfectas, largas pestañas que le hacen sobresaltar sobre todo lo demás, sus rasgos son de lo más finos, muy femeninos. Su piel a simple vista parece de cristal, pálida, bien cuidada, le hace parecer una frágil muñeca de porcelana pero vuelvo a sus ojos, centrándome en eso que les hace verse fieros, desafiantes. Y lo odio en seguida, no me agrada.

Respiro contrariado apartando la mirada aun sintiendo como toma mi rostro, deja de soplar, y cuando creo que se alejará coloca sus labios tibios en mi frente.

—Ya ha mesurado un poco, aunque es raro...—le miro sin expresión alguna y sé que la hago dudar sobre lo que iba a decir, suspirando continua—De verdad es raro, tienes las yemas de tus dedos negro por si no los has notado, dejaste un rastro de ello en mi mano.

—Es... carboncillo. —digo con dificultad.

Trata de limpiárselo pero no se quita, de hecho le causa algo de irritación.

—No creo que sea carboncillo lo que hayas usado, es como si me hubieras quemado —me mira evaluándome haciendo una mueca de lado, toca su barbilla mientras piensa—, con lo gruñón que te ves mejor no te menciono la idea de verte con un médico pero si lo piensas bien, podrían tomarte de loco.

Toma mi mano de vuelta, el negro en mis dedos comienza a perderse, mira su mano al igual sin soltar la mía, repite la acción varias veces hasta que niega.

—A mí no se me quita, no es justo.

Se levanta sacudiendo un poco el short negro de corte alto, me pierdo mientras la veo dirigirse hacia el lavamanos, miro sus piernas junto a su trasero. Para ser hija del bastardo no es tan desagradable a la vista, Asier tenía razón.

Se voltea encogiéndose de hombros mientras su labio inferior se pierde entre sus dientes, regresa hacia mi otra vez y se acuclilla enseñándome la mancha negra, por un momento parece como si fuera a gritar molesta, al otro pone un gesto raro.

—Para suerte tuya parece una especie de lunar a mi parecer —lo observa como si eso fuera a responder preguntas en su cabeza—, hasta parece una luna, algo deformada por las esquinas pero luna al fin, si sigue así tendré que irme a tatuar encima.

Ruedo los ojos, ¿por qué no se calla?

Me levanto, ante el movimiento mis huesos se quejan, suena la campana, la hago salir del baño a empujones. Estando mucho mejor, sintiendo un aire poco peculiar miro por encima de mi hombro encontrándome con la mirada de Asier quién está detrás de la hermana, hace un gesto hacia la chica y me muestra el pulgar en señal de aceptación, luego hace un gesto dramático mientras toca su pecho justo donde va supongo su corazón, lo qué significa según que ha quedado flechado por la hermana.

Este idiota...

—Tienen ciertos rasgos que se asemejan ¿ustedes son hermanos?—Preguntó.

Paso una mano por mi rostro frustrado

—Qué nunca te callas.

Ella suelta una risa estruendosa que se me hace irritante, llama algo la atención, cuando se percata de ello muestra una mirada frívola, superficial, sé lo que hace, muestra seguridad, superioridad.

—Créeme cuando te digo que no te he mareado lo suficiente, por ahora.

Lazos RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora