Capítulo dos: El día

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Aún lo recuerdo. El día. El día que cambié. El día que crecí. El día que maduré. El día que me transforme.

Me di cuenta. Hasta entonces no lo había visto.

Por fin vi lo mal que estabamos. La corrupción de la policia. Los pensamientos de la gente. La contaminación de la sociedad. La realidad.

"Y me golpeó. Tan fuerte como suele hacerlo la realidad." X.

                           *  *  *

Desperté. Tan alegre como era. Mis padres me oyeron y vinieron a mi habitación a saludarme. Una sonrisa iluminaba nuestros rostros.

Eran buenos tiempos.

Pero entonces ocurrió. Tenía apenas 8 años y una madurez incluso menor.

Las prisiones estaban llenas y aún habia sitio en los cementerios. Las auroridades, creyendose que podían elegir la suerte de las peronas, dejaron escapar algunos presos.

"Nos creemos dioses, poderosos, y a veces no somos ni siquiera humanos" X.

Luego soltaron perros y ante la prensa afirmaron que habían huido ellos y que los habían encontrando muertos.

Caminaba yo tranquilamente, ajena al mundo. Oí una voz lejana.

-A...yu...da...

Me paré sobresaltada y me dirigí hacia la voz. Mis padres estaban por detrás.

Entonces lo vi. Un preso yacía en el suelo. Era un hombre que rozaba la cuarentena. Piel oscuro y ojos avellanados. Sangraba abundantemente por una herida en la pierna.

Me quedé petrificada. Se oían perros a lo lejos. Mientras, el preso seguía pidiendo ayuda.

No hice nada. Simplemente me fui.

Al día siguiente fui al mismo sitio. Sangre. Sólo sangre. Sangre que ahora cubre mis manos.

Entonces lo vi. Lo mal que estaba la sociedad. Y lo peor. Que yo era parte de ese mal.

¿Por qué lo hago?, me digo siempre

"Lo hago por que nadie más está dispuesto a hacerlo" X.

Tal vez. Pero no. Sólo soy una niñata asustada que intenta enmendar un error.

Tal vez sólo quiero que el resto rompan las cadenas que atan sus pensamientos.

Tal vez.

Pero en realidad solo quiero limpiarme las manos. Huir de los problemas.

Como siempre he hecho.

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